Movimiento de los Focolares

Burundi, el perdón que detiene el odio

May 5, 2016

Una joven burundesa, en el contexto de la Semana Mundo Unido 2016, cuenta como encontró en el Evangelio la fuerza para perdonar a los asesinos de su padre, deteniendo así una cadena de venganzas.

Foto: stocksnap.io

Foto: stocksnap.io

«Concluí mi estudios de ingeniería civil en el departamento de Ciencias Aplicadas, pero por el momento me encuentro aún sin empleo. El 12 de mayo de 2015, regresando de un funeral, nos avisaron que un tío, hermano de mi padre, acababa de ser asesinado en su propia casa. Nueve días después, acusaron a mi padre del delito y lo llevaron preso. Para mí y para toda mi familia fue un dolor muy grande, también porque sabíamos perfectamente que nuestro padre era inocente. Pensar que estaba en la cárcel con una acusación de este tipo, nos sumía en la angustia. Compartí este dolor con la comunidad del Focolar y esto realmente me ayudó a no sentirme sola en esta situación absurda. Además, la comunidad me ayudó a conseguir un buen abogado quien se interesó por la situación ante las autoridades competentes. La justicia hizo su trabajo y después de un mes mi padre quedó libre. Fue una gran alegría para nosotros y la situación volvió a la normalidad. Pero en la tarde del día de Navidad, mientras regresaba a casa, un joven golpeó muchas veces a mi padre con una piedra en la cabeza, hiriéndolo hasta la muerte. Simultáneamente, otros dos chicos tomaron y ataron a mi madre, pero gracias a Dios, la dejaron con vida. Un niño, que estaba pastoreando cabras ahí cerca, corrió a darnos la noticia. Para nosotros era difícil creerle, sin embargo fuimos con mis hermanos a ver qué había pasado. Lo encontramos agonizante, lo llevamos en seguida a un centro de la Cruz Roja, donde falleció poco tiempo después. A la mañana siguiente, mi madre fue a la policía para denunciar a aquellos chicos que había reconocido. Así fueron apresados. Pero desde ese día, empezaron a llegar amenazas por parte de sus padres. Si ella no dejaba que los pusieran en libertad, ellos nos matarían a mis hermanos y a mí. Mi madre en seguida presentó una denuncia al tribunal residencial, pero, a pesar de esto, ¡tres semanas después esos chicos estaban libres! Y como si fuera poco, sus padres divulgaron la noticia de que le habían entregado dinero a mi mamá para que retirara la denuncia. Naturalmente todo era mentira. Conmocionados por el dolor por la pérdida de papá y oprimidos por lo que nos estaba pasando, mi madre y nosotros hijos nos sentíamos dominados por el miedo y llenos de interrogantes. No sabíamos cómo actuar. Un día fui al Focolar. Escuché un discurso de Chiara Lubich en el que entre otras cosas decía: «El amor es la clave de la unidad, la solución a todos los problemas». Volví a casa más tranquila. Esa misma noche sentí que Dios me pedía perdonar a los asesinos de mi padre y ayudar a mi familia para que hiciera lo mismo. Compartí estos pensamientos con mi madre y ella también, con el tiempo, logró perdonarlos. Así también mis hermanos y hermanas. Ahora, en nosotros reina la paz. Juntos oramos por las personas que directa o indirectamente mataron a mi padre, para que Dios mismo las convierta. Nosotros solos no podríamos hacerlo. Nos ayudaron las oraciones de la comunidad que sigue sosteniéndonos para que logremos ver a estas personas, cada día, con ojos nuevos».

A.M.N.

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