Movimiento de los Focolares

Austria: profundizar el carisma de la unidad

Se está realizando en Seggau (Austria, del 24 de julio al 1 de agosto) el encuentro de los obispos miembros del Movimiento de los Focolares. Son 64 obispos (entre los cuales cardenales de la Curia romana y nuncios apostólicos) de 31 países y cuatro continentes, y vivirán “algunos días de experiencia de Iglesia universal entre obispos, en Estiria”, se lee en un comunicado publicado en la página de la diócesis austríaca. El anfitrión es el obispo Wilhelm Krautwaschl: “La tradición de estos encuentros episcopales tuvo inicio hace décadas ya, cuando la fundadora del Movimiento de los Focolares, Chiara Lubich (1920-2008), invitó a Suiza, durante el verano, a algunos obispos vinculados al Movimiento”, se lee en la nota. Luego, el ya fallecido obispo de Aquisgrán, Mons. Klaus Hemmerle, fue quien impulsó y moderó estos encuentros que tienen “un carácter deliberadamente privado” y se desarrollan todos los años pero en lugares distintos. Finalidad del encuentro es “profundizar el carisma de la unidad”, cultivar los intercambios entre obispos a nivel mundial y transcurrir algunos días en comunión fraterna”. El sábado 28 de julio, el obispo Krautwaschl celebrará junto a sus hermanos en el episcopado una misa en la basilica de Seckau, “a la que están invitados todos los que deseen participar”. En Austria el Movimiento cuenta con 1.300 miembros y más de veinte mil simpatizantes. Fuente: AgenSir

Project Lía: transformar vidas

Project Lía: transformar vidas

Imaginen descubrir en los materiales de descarte la posibilidad de una forma nueva, ya presente en potencia, de transformarlos en “algo” lindo, útil y precioso, que antes no existía. Después, involucrar en este proceso regenerador a personas vulnerables como, por ejemplo, las mujeres que, habiendo pagado su pena en la cárcel, encuentran dificultades para reintegrarse a la sociedad, encontrar un puesto de trabajo y obtener una independencia económica. Ésta es la misión del “Project Lía”, una asociación sin fines de lucro y una empresa social que surgió en la ciudad de Indianápolis (USA). «Estas mujeres que tratan de reinsertarse en la sociedad, aprenden, a través nuestro, a crear objetos decorativos y muebles, en un ambiente de trabajo educativo, que es un espacio de comprensión y respeto recíproco, donde se transforman  los materiales pero también la vida de las personas a través de relaciones basadas en la reciprocidad y la confianza», explica Elizabeth Wallin fundadora y directora ejecutiva de ética empresarial, salud y bienestar, además de promover la participación en la vida comunitaria y social». Según las estadísticas publicadas en el sitio web del proyecto, tomadas de los datos del “Bureau of Justice”, en los últimos tres decenios y medio, la población carcelaria femenina de los Estados Unidos ha crecido en más del 700 por ciento. En 1980, eran 12.144 las mujeres bajo la jurisdicción estatal o federal. Una cifra que ascendió a más de 100.000, en el 2015. Si, se suman a esta cifra las detenidas en las estructuras carcelarias locales, en libertad condicional o bajo arresto domiciliario, la suma llega a superar el millón de mujeres. «Cuando estas personas salen de la cárcel», continúa Elizabeth Wallin «deben encontrar un trabajo estable y una casa, mientras tratan de reanudar las relaciones con la propia familia. Si a esto, se asocia el estigma generado por la cárcel y la discriminación racial, es muy difícil para ellas lograr reintegrarse, y es posible que se produzca una reincidencia». “Project Lía”, ha elegido trabajar con las mujeres porque, ayudándolas, se refuerza indirectamente la familia y la comunidad. Según importantes estudios, la responsabilidad hace que estas mujeres piensen “comunitariamente”, invirtiendo el 90% de su ganancia en su propia familia. Llegando a este punto, alguien se puede preguntar ¿cuál fue la idea inspiradora? «Durante un viaje a Argentina», relata Elizabeth, «participé en la organización de un festival juvenil que tenía como título “No te detengas”. Un festival que reunió a más de 1.000 jóvenes. Hablaba de aquellas jaulas en las cuales a menudo nos quedamos aprisionados por miedo, por las presiones de los demás, por el conformismo o los prejuicios. Volviendo a los Estados Unidos, me di cuenta de que aquí las mujeres que salían de la prisión continuaban siendo “prisioneras” de una jaula más grande y sistemática. Para mí, “Project Lia” es una respuesta al miedo, a las presiones, al conformismo y a los prejuicios de un sistema de justicia penal y de una sociedad que, incluso después de haber descontado la culpa, continúa “aprisionando” a las ex convictas, sin ofrecerles posibilidades de una verdadera integración social». En síntesis, se trata de un proyecto inclusivo, que apunta a construir puentes de verdadera solidaridad social. Habiendo llegado a este punto, la única curiosidad que permanece insatisfecha es el nombre: ¿Por qué el nombre “Lía”? Elizabeth me explica que «”Lía” es el nombre de una mujer que dedicó toda su vida a construir puentes entre personas de razas, culturas, religiones y procedencias sociales distintas. Su nombre completo era Lía Brunet. Ella era de Trento y fue una de las primeras compañeras de Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares». En 1961, Lía Brunet llegó a la Argentina, allí, en el corazón de la “Pampa Argentina” (en la Provincia de Buenos Aires), nació la ciudadela que hoy lleva su nombre. Fue allí donde también Elizabeth pudo experimentar el ideal de un mundo unido.   Fuente: United World Project

Acoger es el primer paso

Acoger es el primer paso

A los pies de dos pequeñas montañas, en el corazón de Argentina, en encuentra La Falda, una pequeña ciudad de la provincia de Córdoba, situada en una dulce colina, que forma parte del famoso circuito turístico del Valle de Punilla. Aquí vivía, hasta hace cuatro años, la familia Bongiovanni, Esteban y Victoria, junto con sus dos hijos. Después, en forma inesperada, se transfirieron a San Marcos Sierras, un poco más al norte. Como respuesta generosa a la solicitud de ir a vivir al Hogar Sierra Dorada, una casa de acogida para menores que a su joven edad ya cargan con demasiados y graves problemas. Son historias de maltrato, violencia, abandono, desnutrición. Actualmente el centro hospeda a 28 chicos. «Antes de llegar al Hogar, tenía un pésimo concepto de las casas de acogida para los menores, las imaginaban así como las que se ven en las películas, donde los jóvenes y los niños son agredidos o maltratados. En cambio encontramos una realidad muy distinta, como de una gran familia. Nos esforzamos en mejorar su situación y ayudarlos a vaciar desde dentro de la violencia y las condiciones en las que han vivido, de modo que comprendan que lo normal, a su edad, es vivir en paz, jugar y estudiar». La Casa está la provincia de Córdoba, fue fundada hace casi veinte años por Julio y Patricia y es sostenida por una fundación sin fines de lucro, que trabaja con verdadero espíritu cristiano. Su objetivo es mejorar las condiciones de vida de los chicos y ayudarlos a reintegrarse en su contexto familiar o en el de familias adoptivas. Al inicio Julio y Patricia Laciar no tenían nada, sólo el deseo de querer mejorar la situación de muchos chicos. Poco a poco, gracias a la solidaridad de muchas personas, esta realidad fue creciendo; hoy la Fundación Sierra Dorada administra cuatro Casas-Laboratorio: San Marcos Sierras (donde viven Victoria y Esteban), Embalse de Río Tercero, Rumipal y Salsipuedes, además de distintos programas de acompañamiento familiar, las becas para los voluntarios y otras numerosas actividades. Sentados alrededor de la mesa del comedor de externo, Victoria y Esteban explican: «Muchas personas demuestran una gran solidaridad, especialmente desde que empiezan a cultivar una relación con los chicos. Hay jóvenes extranjeros que vienen para hacer pasantías en trabajo social, pero también hay estudiantes universitarios argentinos. Nuestro trabajo empieza con la acogida. Desde que llegan, tratamos de ofrecerles contención, de darles amor, como una mamá y un papá. Con la ayuda de un equipo de psicólogos, tratamos de ayudarlos a dar un orden a sus vidas. Empezando por el uso del cepillo de dientes, el baño diario, el uso de ropa limpia, hasta educarlos para que sean responsables con sus tareas y las de la escuela». Con una gran sonrisa, Victoria elige unas diez historias que podría relatar. «Hace algunas semanas fuimos todos a un hotel, donde nos invitaron a pasar el fin de semana. No había tendido mi cama pensando que estaba en un hotel. Pero me di cuenta de que los chicos habían dejado sus habitaciones en perfecto orden, y también los baños estaban impecables. Entonces regrese de prisa para arreglar mi cama, porque me di cuenta de que sólo yo no la había hecho». «Tratamos de vivir bien esta vocación de servicio. Pero, ciertamente, no siempre es necesario dejar todo, la propia ciudad, la propia casa, para ir a vivir en una casa con los niños. El servicio se puede vivir en todas partes, con quien está a nuestro lado. A partir de las cosas más pequeñas, como ceder el lugar a una persona anciana en el autobús, o manejar sin agresividad. A partir de los pequeños gestos se difunden las buenas acciones». Y concluye Esteban: «Hemos entendido que Dios no nos abandonará nunca si hacemos las cosas bien, sin esperar nada a cambio, con humildad y confianza. La realidad es que haciendo así… funciona». Fuente: United World Project

Una semilla lanzada lejos

Una semilla lanzada lejos

Chiara Lubich está entre las mujeres italianas más estimadas y por eso digna de ser recordada, según afirman en el Comité organizador de la “Italian week”. En el festival que dura diez días, y que se realiza en Ottawa, capital de Canadá, del 6 al 25 de junio pasados, figuran nombres ilustres que simbolizan la cultura italiana, desde Giacomo Puccini a Sophia Loren, de Vittorio De Sica a Alda Merini. Fue inesperada la propuesta del Comité de incluir también a Chiara Lubich entre las mujeres italianas a celebrar. Ante la propuesta, la comunidad de los Focolares se preguntó: ¿cómo presentar el carisma de la unidad en una sociedad multicultural y multireligiosa, constantemente en búsqueda de soluciones de convivencia pacífica y respetuosa de todas las diversidades? ¿En una sociedad, en donde la relación con los aborígenes sigue siendo un desafío siempre abierto, con una serie de contradicciones y consecuencias a nivel relacional y social? «Durante el período de preparación del evento –explican entre otros Fernando y Lucie- supimos que algunos musulmanes de Montreal, discípulos del Dr. Shomali, habían participado recientemente en un Congreso promovido por nosotros en Castelgandolfo, cerca de Roma. Ante el deseo de trabajar juntos, dieron su disponibilidad para ofrecer su testimonio». El 16 de junio, escriben, «la sala San Marco, en el centro de la “Little Italy” de Ottawa, empezó a poblarse de personas provenientes de África, de Asia, de Medio Oriente y, naturalmente, de Italia y de Canadá, estaba también presente el Nuncio Apostólico, Mons. Luigi Bonazzi, y el Ministro Fabrizio Nava, en representación de la Embajada italiana». Fueron distintas las experiencias que en ese contexto daban testimonio de la actualidad del carisma de Chiara Lubich. Empezando por la de Jaques, un focolarino que vive en Toronto y es “pionero” de la difusión del ideal de la unidad en Canadá, después de un encuentro casual con dos italianos en Vancouver. Después fue el momento de Anne, gerente de una empresa turística con un nombre emblemático, “Spiritours”, quien habló del descubrimiento de la Economía de Comunión como una posibilidad para vivir concretamente el Evangelio, también en la empresa. Después tomó la palabra María, una focolarina brasileña que está en Montreal, quien dio su testimonio del encuentro con los aborígenes de Wati, en el Gran Norte. Junto con otras cuatro personas, el año pasado, transcurrieron un mes con ellos por solicitud de la Iglesia local. Y también: Edwige, originaria de Togo, quien actualmente vive en Rimouski, en la provincia de Quebec. Después de haber sido una de las primeras estudiantes del Instituto Universitario Sophia de Loppiano, en Italia, empezó a poner a la persona en el centro, y por este estilo de vida suyo, recientemente obtuvo una mención honorífica, normalmente reservada a los docentes de la Universidad que frecuenta actualmente. Después fue el momento de Fátima, quien junto con Mostapha ofreció una experiencia de diálogo entre musulmanes y cristianos, que están en contacto con el carisma de Chiara. «Una de las lecciones más importantes que he aprendido –dijo- es que la unidad es un don de Dios y que una manifestación de la unidad es la armonía en la diversidad». Al final el Nuncio de Canadá, Mons. Luigi Bonazzi, quien se encontró varias veces con la fundadora de los Focolares, contó a los presentes que en el lejano 1975 hizo con ella el pacto de “amar siempre” a pesar de las dificultades, un pacto que siempre lo ha sostenido en su intensa actividad diplomática. Al final del programa propusieron el discurso de Chiara Lubich pronunciado en Washington en el 2000, sobre el tema “el arte de amar”. «Gracias a este evento –concluyen- difundido a través de las redes sociales y de distintos sitios web, la semilla de la espiritualidad de la unidad se ha lanzado lejos también en Canadá, y promete nuevos frutos».

En Tonadico con los hindúes

En Tonadico con los hindúes

«Después de tres años, aquí estoy nuevamente en Tonadico, en el valle de Primiero (Italia del Norte). Con nosotros están los amigos hindúes, que han venido de la India para una “peregrinación” a las fuentes del carisma de la unidad. Son viejos conocidos, sobre todo del mundo académico, con quienes desde hace años compartimos momentos de estudio y de vida, el último de los cuales en enero pasado, cuando estuve en Mumbai. Es una alegría volverse a encontrar juntos. Son personas fascinadas por Chiara Lubich, que quieren profundizar en el conocimiento de su experiencia mística. Y ¿qué ambiente puede ser más apto que Tonadico, en donde Chiara en 1949 tuvo una extraordinaria experiencia de luz? El encuentro empieza con una profunda comunión en un gran espíritu de familia. La mística une las religiones en lo más profundo. Los caminos que cada religión recorre, con los medios que pone a disposición, conducen al corazón del Misterio, único para todas ellas. Los caminos y los instrumentos son distintos, pero el punto de llegada es el mismo, por eso en la mística hay convergencia y nos encontramos unidos. Los lenguajes y las formas, también, son muy diferentes, pero los símbolos son comunes: el sol, la llama, el oro, la nada, el todo… y a través de ellos nos entendemos. Sabemos que “el Camino” es Jesús, pero él, de la manera que sólo él conoce, se hace “Caminante” con todos y conduce a todos al Padre. Entonces, ¡nos deseamos un buen viaje!» El Padre Fabio Ciardi es profesor en el Instituto de Teología de la vida consagrada “Claretianum” (Roma) y director del Centro de estudios de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Actualmente es responsable de la Escuela Abba, Centro de estudios interdisciplinarios fundado por Chiara Lubich en 1990, con el aporte del obispo Klaus Hemmerle (3 de abril de 1929 – 23 de enero de 1994), conocido teólogo y filósofo. Su objetivo es profundizar el carisma de la unidad desde diferentes puntos de vista. Fuente: Blog F. Ciardi


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Operativo metro cuadrado

Operativo metro cuadrado

«Vengo de un país de Centroamérica, El Salvador. Un pequeño Estado, pero rico de recursos naturales y de historia, y al mismo tiempo agobiado, desde hace muchos años, por una gran inestabilidad política, injusticias y pobreza, que han generado distintas formas de violencia y malestar social. En los últimos años, la violencia se ha intensificado tanto que se ha creado una falta de confianza recíproca entre los habitantes, y cualquier persona representa una amenaza para los demás. Una situación que hace sentir a todos la impotencia. En 2014 viví por algún tiempo con otros Jóvenes por un Mundo Unido en una ciudadela de los Focolares en Argentina, la “Mariápolis Lía”. Allí tratamos de poner en práctica la llamada “regla de oro”, que dice: “haz a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti”. Me di cuenta de lo hermoso que sería construir una sociedad en la que todos cuidemos los unos de los otros. Pero cuando volví a El Salvador, me encontré nuevamente frente a la lucha interna de mi país. La situación era realmente difícil, e incluso más violenta aún. En cualquier momento, incluso de día, era arriesgado salir de casa. Yo solía ir en autobús a un centro deportivo, pero hasta eso se había vuelto peligroso. Nunca sabes si volverás a casa de noche sano y salvo. A raíz de esta situación mis padres, mi hermana y yo llegamos a pensar que debíamos irnos de allí. Pero reflexionando más a fondo sobre el tema, decidimos quedarnos, para ser una luz en este lugar oscuro, en tiempos tan oscuros. En ese período leí un artículo de los Jóvenes por un Mundo Unido de Medio Oriente, quienes contaban que habían decidido quedarse allí, a pesar de la guerra, para estar disponibles a ayudar a los heridos después de los ataques. Su experiencia me hizo reflexionar, reforzando la determinación de quedarme en El Salvador, para ir al encuentro de los sufrimientos de mi gente. Así fue que, junto con otros coetáneos míos, decidimos lanzar una campaña, a la que llamamos “Cambia tu metro cuadrado”, con el objetivo de construir la paz en nuestro ambiente. Sabemos que el problema de nuestro país es complejo, pero podemos hacer la diferencia si empezamos desde nuestra vida, con la gente que encontramos a diario, con las actividades que normalmente desempeñamos. A nivel personal, por ejemplo, trato de ayudar a mis compañeros a afrontar un difícil examen de matemática, o a crear relaciones positivas con los vecinos. Todo ello tuvo un impacto en nuestra sociedad también. Hemos involucrado a otros en este trabajo conjunto, construyendo un parque local, un ambiente más bonito, pintando paredes, limpiando las calles, recogiendo la basura e instalando bidones de residuos. Lanzamos una campaña de recolección de libros para enviar a esas ciudades en donde la tasa de abandono escolar es muy alto. Nació luego una colaboración con otros movimientos que se dedican a visitar a personas ancianas en los institutos, o con instituciones que proveen de alimentos y alojamiento a personas sin techo. Los adultos nos ayudan recogiendo víveres y abriendo sus casas para dejar que cocinemos en ellas. Es increíble ver que la comida siempre alcanza para todos los que la necesitan. Tal vez no estemos en condiciones de cambiar nuestro país de golpe, pero “metro cuadrado por metro cuadrado” podemos hacer un cambio».