Movimiento de los Focolares

Cuestión eutanasia. Una experiencia de Australia

Oct 18, 2013

R. asiste de forma voluntaria a enfermos terminales. Tiene una particular sensibilidad hacia los que sufren. Su experiencia madurada con el correr de los años lo ayuda a aconsejar a una amiga en una situación extrema.

«En los últimos 25 años tuve la ocasión de visitar a muchas personas enfermas, especialmente a los enfermos terminales de mi comunidad parroquial. Puedo decir que he vivido muchas experiencias fuertes al lado de ellos. Una tarde, ya cerca de la noche, me llega un email de una ex colega.  Fue como un rayo que cae en cielo sereno. Decía: «Imagino que nadie te habrá preguntado algo de este tipo. No tengo el derecho de preguntártelo, pero estoy interrogando mi conciencia y necesito ayuda para encontrar la respuesta. Una persona me pidió que la acompañe a Suiza para ayudarla a morir. Como tal vez sepas, la eutanasia es legal en ese país. Su vida se ha vuelto insoportable a causa de la enfermedad. No tiene convicciones religiosas y no existen esperanzas de que ella pueda volver a vivir una vida normal. Personalmente tampoco yo tengo una fe religiosa, pero apreciaría mucho una respuesta sincera de tu parte. Se trata de un miembro de mi familia» Leí y re-leí este mensaje cuatro o cinco veces antes de empezar a pensar en la respuesta que le tenía que dar. ¿Cómo responder a este grito de ayuda lleno de dolor? Me acordé del pensamiento del día que estaba viviendo con mis amigos del Focolar: “Ser libre de todo para ser la voluntad de Dios viva”. Pero, ¿cómo ayudarla? Traté de vivir el momento presente, dejando de lado todo lo demás que no era presente y tratando de asumir el peso de esta colega que me pedía ayuda. Le pedí a Dios coraje para decir con sinceridad y sin miedo, lo que sentía en mi corazón,. Le respondí compartiendo con ella algunas reflexiones y también compartí las experiencias vividas durante años atendiendo enfermos terminales. Le conté lo que había experimentado al lado de ellos y sus familias: sufrimientos, alegrías, triunfos. Le dije que personalmente no  elegiría el camino que su pariente quería emprender, y le di las razones más profundas de mi corazón. Luego le expliqué que existen óptimos centros de curas paliativas y le indiqué las direcciones de los más cercanos. Mi amiga estuvo muy agradecida por la ayuda que le di. Me cuenta que su pariente había consultado los contactos que yo le había proporcionado y que había decidido no ir a Suiza, eligiendo en cambio la opción de los cuidados paliativos. Desde ese momento vivió todavía dos años más, durante los cuales pudo reconstruir muchas relaciones en su familia». R.L. (Australia)

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