
El restaurante de Émerence Kibimbwa Zolakio
Ni ella sabe cómo lo logró. El hecho es que Émerence, sola, gestiona una distribuidora de bebidas alcohólicas azucaradas en Kinshasa, la capital de la
República Democrática del Congo. Los negocios marchan bien. Hay entradas, salidas, y saco una ganancia. Émerence se expresa con mucha familiaridad con estos términos lo que denota que su actividad cada día crece más y más, dentro de la absoluta transparencia con los proveedores y los clientes. Y también con el fisco. Quien inspira su acción es el proyecto
de Economía de Comunión (EdC) del cual aprende que antes que la ganancia está la persona y que su atención como empresaria debe estar centrada no tanto en los dividendos sino en los pobres. Decide invertir las utilidades en favor de los últimos y abre un par de kioscos de comida, primero uno y más adelante otro, donde también los pobres –que a menudo no disponen de cocina di de vajilla para comer- pueden adquirir por poco precio la comida lista. Un
business que seguramente no va a aumentar su capital, al contrario. Pero como todos los empresarios que adhieren al proyecto de EdC, también Émerence sabe que cuenta con un socio “escondido” que es la divina Providencia.
En cuatro años, sin haberlos buscado ni pedido, le llegaron dos congeladores (usados pero en buen estado), dos estabilizadores de electricidad, 52 sillas y 14 mesitas. Además de un stock de bebidas. Sus empleados son casi todas chicas de zonas de riesgo o madres solteras, a las que les da plena confianza poniéndolas al corriente de la situación contable empresarial y también de las extraordinarias intervenciones de su socio “secreto”. «
Una vez – cuenta Émerence –
le di ropa y cosas para comer a una joven madre. Su salud mental, en aquel momento, no era buena, y además parecía que estuviese escapando de algo. Me pidió trabajo y la asumí». Émerence le da confianza, le enseña el trabajo y después de dos años no sólo esta chica encuentra plenamente su equilibrio, sino que logra independizarse. Lo mismo pasa con otras cuatro chicas quienes a su vez, se convirtieron en pequeñas comerciantes de comida rápida, y que continúan en contacto con Émerence como su consejera permanente.
Albertine es otra mujer que también merece que mencionemos. Ella también es de Kinshasa, es madre de seis hijos. Albertine es maestra de prescolar, del proyecto
Petite Flamme, un centro social obra de los
Focolares, financiado por el proyecto de apoyo a distancia de AFN (
www.afnonlus.org). «
Desde hace varios años – confiesa Albertine –
mi marido se fue de casa sin motivo y todavía no sabemos dónde está». No es difícil imaginar lo duro que es para una mujer sola llevar adelante una familia de seis hijos. Como segundo trabajo Albertine decide vender zapatos que compra gracias a un préstamo que la hizo el Centro Social donde trabaja. «
El precio de los zapatos que vendo no es exagerado y ¡es por esto que Dios me bendice!» asegura convencida Albertine, quien con los ingresos de esta actividad logra pagar el alquiler y los recibos. Así los hijos pueden continuar los estudios, dos de ellos ya están en la Universidad. «
Cada día renuevo mi elección de Dios y Él me da la fuerza para ir adelante – cuenta Albertine –
Trato de promover a mi alrededor los valores humanos y sociales contenidos en el Evangelio. Es de esta forma que podremos transformar la sociedad». Y si Albertine con su micro comercio de zapatos logra que sus seis hijos vivan con dignidad, recientemente Emérence ha visto registrada su actividad entre las dos mayores marcas de distribuidores de bebidas de la República Democrática del Congo (Bralima y Bracongo). Todo nos lleva a pensar que el socio “escondido” está más activo que nunca.
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