«Desde hace más de 40 años –se presenta Livio de la provincia de Cuneo (Italia) – llevo adelante la empresa de la familia, en la dirección están también mi esposa, nuestros cuatro hijos y, desde el extranjero, mi hermana. Junto a 28 empleados trabajamos en el sector de tratamientos de galvanización de manivelas, tanques, silenciadores para motocicleta, partes automotrices, implementos para hacer gimnasia, etc. Es un revestimiento estético pero sobre todo es resistente a la corrosión. Desde hace algunos años tratamos de regirnos según los principios de la Economía de Comunión, un proyecto que conjuga la necesidad de generar ganancias con la aspiración de ayudar a quien pasa necesidad, poniendo en el centro a la persona. Y así también con los empleados, entre socios, con los clientes, los proveedores y también con la competencia. Después de un largo período de constante desarrollo, surgió inesperadamente una grave crisis que todavía hoy afecta a muchas empresas como la nuestra. Naturalmente no quisimos darnos por vencidos y seguimos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para tratar de encontrar nuevos clientes. Sin dejar de creer nunca en este nuevo modo de concebir la economía.
En el 2014 hospedamos, como potenciales clientes, a tres exponentes de un importante grupo automovilístico alemán. Después de la presentación técnica, a cargo de mis hijos y otros colaboradores, viendo que los visitantes estaban bien impresionados y curiosos, hablamos de la Economía de Comunión y de su desarrollo en el mundo. Les contamos también del nacimiento en Europa de AIEC y en Italia de AIPEC (de la que soy presidente): dos asociaciones de empresarios cuya gestión empresarial está inspirada en la “cultura del dar”. Al final, al proponernos un interesante contrato, que se mantiene todavía, declararon: “Estamos sorprendidos al constatar que, a pesar de que su realidad productiva tiene fuerzas limitadas, logran realizar un proceso de galvanización que es de por sí muy complejo”. Lo que hace la diferencia será seguramente el sistema de elaboración que en tantos años hemos logrado desarrollar, pero también el relato de algunas experiencias entre las cuales la de la contratación, en un momento de poco trabajo, de algunos inmigrantes y de dos jóvenes que por motivos distintos atravesaban una serie de dificultades y del esfuerzo de todos nosotros de establecer con ellos relaciones de fraternidad también fuera del horario laboral. Otro factor que nos diferencia pensamos que es que “privilegiamos las relaciones” en el sano desapego de querer hacer negocios a toda costa».
«Soy la administradora de una empresa que fabrica piezas mecánicas–prosigue Enrica de Turín (Italia)-. También nosotros tenemos 28 empleados. Mi padre, con quien muy temprano empecé a trabajar, me transmitió los valores de la solidaridad y del espíritu de sacrificio; el compromiso de mejorar siempre. En el 2000 los contratos se redujeron al mínimo, pero no despedimos a nadie y en Navidad, por falta de liquidez, decidimos pagar los aguinaldos con nuestros ahorros personales. En el 2003 surge un trabajo importante para el extranjero. Con mi padre lo asumimos con valentía, involucrando y responsabilizando a todos los empleados. Trabajamos mucho para ganarnos la confianza de los bancos, de los proveedores, de los clientes y la cohesión de nuestro personal fue la clave del éxito. Tres meses después, nos vimos muy afectados por la gran crisis y la enfermedad de mi padre. Gracias a Dios pude contar con la ayuda de muchas personas y después de un año y medio de recurrir al fondo de desempleo, todos los empleados regresaron a la empresa. Pero estaba cansada y me sentía oprimida por todo esto.
Fue en este momento que supe de AIPEC, que se constituyó en el 2012, y de estos empresarios que sentía cercanos porque sumaban a su forma de trabajar el valor agregado de la “cultura del dar”. Así empecé a participar en sus encuentros, confrontándome con ellos y con varias categorías sociales. Me sentí acogida, estimulada, aconsejada, hasta aceptar, recientemente, un cargo directivo en AIPEC. Junto con los otros elegidos, descubro cada vez más la belleza y la responsabilidad de llevar adelante una empresa en la cual trabajar al máximo para mantener la estabilidad económica y al mismo tiempo compartir relaciones, ponerse a la escucha, dar una ayuda concreta. Porque el donar da frutos y el fruto permanece».
¡Aquí estoy!
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