Comunidades locales : testimonio y evangelización
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  • Fecha de creación 21 abril 2022
  • Última actualización 21/04/2022
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Fue una experiencia verdaderamente "glocal" que reunió, del 7 al 10 de abril, a 2.500 responsables de las comunidades locales del Movimiento de los Focolares, en parte presentes en el Centro Mariápolis de Castel Gandolfo (Italia), en parte vía streaming. Margaret Karram presentó el trabajo de esta "Escuela".

Queridas y queridos todos:

No pueden imaginarse la alegría tan grande que siento de estar con ustedes. ¡Saludo a cada una y cada uno de los presentes en la sala y los que están conectados desde todo el mundo! Y a través de ustedes saludo a todas las comunidades que representan y que son la parte más viva y hermosa de la Obra.

Estoy hoy aquí porque quisiera vivir –en la medida de lo posible– al menos una parte de esta Escuela con ustedes y diría que no podría haber llegado en un momento más propicio, más necesario para el Movimiento y para toda la humanidad.

Todos somos testigos de la ola de violencia que afecta a muchas partes del planeta, con conflictos que siembran la destrucción y la muerte, y levantan muros no solo a las puertas de Europa, sino en muchos otros países del mundo, quizá más olvidados. Y todo ello mientras la pandemia todavía no da señales de remitir, contribuyendo a difundir un estado de inseguridad generalizado, de miedo que pone en duda nuestros ideales, los valores en los que creemos y por los que hemos dado nuestra vida.

Y nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer hoy, en las condiciones en las que estamos, para que nuestras comunidades, pueblos y continentes vuelvan a la paz y a la unidad?

El amor es el centro de nuestra vida desde los inicios de la aventura de las primeras comunidades locales: una vida enamorada del Evangelio, vivida -precisamente- en comunidad con sencillez, alegría, radicalidad y amor. Y precisamente porque las personas fueron impactadas por este amor, desde el principio se acercaron cada vez más, se multiplicaron. Esta es una historia que también es la de ustedes, aún hoy: lo demuestran las innumerables experiencias que hacen en sus ambientes y -porque aman- las personas deciden cambiar el rumbo de sus vidas, y tal vez se producen cambios inesperados.

Cuanto más circula el amor recíproco en la comunidad, más cada uno siente crecer en su interior la energía para tomar decisiones valientes y generosas. Aumenta así la fantasía del amor y se inventan nuevas modalidades de ayuda, colaboración, acogida, tolerancia; nuevos caminos para estar cerca de los que sufren; se identifican talentos y recursos, nacen ideas. En realidad, día a día se va adelante juntos en un camino de santidad que nunca es igual, pero es siempre nuevo porque está animado, justamente, por el deseo de construir relaciones basadas sobre el amor evangélico que “mira” al hermano y a la hermana como único y única, y por lo tanto, dignos de un amor personalizado.

Cada vez que escucho la Conexión o me entero de las iniciativas de la Semana Mundo Unido, o cuando nos llegan las experiencias de HN o de las Inundaciones, los frutos en los grupos de FN o en las parroquias y en los barrios, me siento vibrar por dentro porque es como abrir los ojos sobre porciones de una humanidad impregnada de lo divino: un divino que emerge, sin embargo, de una gran concreción, fruto de gestos reales de amor.  Si existe un mal, también existe un Bien que avanza y da esperanza.

Si pudiera decirles dos palabras sobre las que basar la vida de sus comunidades locales les diría: "testimonio y evangelización". Estas dos acciones deberían ser cada vez más nuestro distintivo; deberían ser los "cimientos" sobre los que se construye una verdadera comunidad; lo que la distingue de cualquier grupo o agregación de personas.

Una comunidad local vive y actúa según un estilo de vida evangélico en la vida de las relaciones con todos. Por eso, quien está a su alrededor y los observa, se queda impactado tal vez por un gesto, por una ayuda que han dado espontáneamente, por una escucha incondicionada, por nuestro respeto a cada criatura, y digámoslo también, por la salvaguardia del medio ambiente. Es el amor lo que conquista.

Mantener viva y constante esta cualidad del amor no es siempre fácil, es un reto de cada día, es necesario saber “recomenzar” siempre para hacer propios, en profundidad, los sentimientos de Jesús, su pensamiento, su fe y confianza, su mirada de amor hacia cada hermano.

Chiara afirmaba en 1975:

La vida de la Palabra produce en el hombre una reevangelización completa de su modo de pensar, de querer, de amar. El Evangelio, código de la vida, se encarna en nosotros.

 Y ese no es un libro como los demás, donde se inserta, provoca la revolución cristiana, porque dicta leyes, no solo para la unión del alma con Dios, sino de las personas entre sí (…)  y pide como imperativo la unidad de todos, el testamento de Jesús realizado, al menos en aquel tejido social en el que los cristianos, que viven la Palabra, están sumergidos.

Y en cualquier parte donde vive uno de estos hasta el desierto florece”.

(C. Lubich 16.1.1975 – Encuentro de las voluntarias). 

En nuestras sociedades, donde sea que miremos encontramos los más variados sufrimientos hay ambientes marchitos por la amargura de la vida, que quitan la esperanza. Es fuerte pensar que Chiara asegura: En cualquier parte que haya alguno que vive la Palabra, “florece incluso el desierto”.

Cuántos “desiertos” pueden florecer por el testimonio de comunidades vivas.  Quién sabe cuántas experiencias bonitas y profundas experiencias están haciendo en el mundo en muchas comunidades locales acogiendo a los refugiados, a las víctimas de la guerra, a los pobres sin hogar etc.

Si ya en 1949 Chiara miraba a Jesús en el abandono y leía en su grito un programa de vida buscándolo a Él, Su rostro, en cualquiera de las situaciones más dolorosas; cuánto más hoy es siempre Él quien nos inspira cómo vivir este tiempo tan complejo. Lo testimonia también la “misión “que la Asamblea General de los Focolares se fijó en febrero de 2021: "Abrazar el mundo, escuchando el grito de la humanidad, de la creación y de las nuevas generaciones".                    

Con Jesús Abandonado estamos llamados así no solo a abrazar nuestros dolores, nuestros límites, pidiendo perdón por nuestros fracasos, sino que nos sentimos llamados a buscarlo en la humanidad que se le asemeja. Por eso cada lugar es nuestro, cada herida de un hermano es nuestra, así como el dolor de los que nos piden ayuda o una respuesta de amor.

Por eso me gustaría compartir con ustedes lo que estamos viviendo en este momento en la Obra:

Creo que la mayoría de ustedes habrá sabido de la publicación en días pasados de los resultados de una investigación sobre una serie de abusos cometidos en Francia por un ex focolarino: un dolor indecible que no encuentra paz en las víctimas, en nuestras comunidades y en mí. Escribí una carta a nuestras comunidades en Francia, extendida a todo el mundo, pidiendo perdón por el sufrimiento infligido no solo a los que han sido abusados, sino también por nuestra indiferencia, nuestra falta de vigilancia, nuestra incomprensión. Y como añadimos: “Este es un momento especial e histórico de nuestra vida en el que Dios nos desafía a saber permanecer en la prueba de la dura realidad que el informe pone de manifiesto. No podemos huir, ni mirar para otro lado, aun cuando sabemos que la aventura del carisma de la unidad, en sus decenios de historia, no solo está marcada por abusos o ataques contra la dignidad de las personas, sino que está constelada de mucha vida, luz y fidelidad, y de mucha entrega al servicio de la unidad en la Iglesia y en la humanidad”.

Tengo que decirles que algunas palabras del papa Francisco me han ayudado muchísimo a captar el don que hay detrás de este dolorosísimo evento. Hablando a la Curia Romana el 21 de diciembre de 2020 el Papa dice:

“Quienes no miran la crisis a la luz del Evangelio, se limitan a hacer la autopsia de un cadáver: miran la crisis, pero sin la esperanza del Evangelio, sin la luz del Evangelio. La crisis nos asusta no solo porque nos hemos olvidado de evaluarla como nos invita el Evangelio, sino porque nos hemos olvidado de que el Evangelio es el primero que nos pone en crisis[4]. Es el Evangelio el que nos pone en crisis. Pero si volvemos a encontrar el valor y la humildad de decir en voz alta que el tiempo de crisis es un tiempo del Espíritu, entonces, incluso ante la experiencia de la oscuridad, la debilidad, la fragilidad, las contradicciones, el desconcierto, ya no nos sentiremos agobiados, sino que mantendremos constantemente una confianza íntima de que las cosas van a cambiar, que surge exclusivamente de la experiencia de una Gracia escondida en la oscuridad. «Porque el oro se purifica con el fuego, y los que agradan a Dios, en el horno de la humillación» (Sir 2,5).

“... toda la resistencia que ponemos cuando entramos en crisis, a la que nos conduce el Espíritu en el momento de la prueba, nos condena a permanecer solos y estériles, al máximo en conflicto. Al defendernos de la crisis, obstruimos la obra de la Gracia de Dios que quiere manifestarse en nosotros y a través de nosotros. Por lo tanto, si un cierto realismo nos muestra nuestra historia reciente sólo como la suma de intentos fallidos, de escándalos, de caídas, de pecados, de contradicciones, de cortocircuitos en el testimonio, no debemos temer, ni negar la evidencia de todo lo que en nosotros y en nuestras comunidades está afectado por la muerte y necesita conversión. Todo lo que de mal, contradictorio, débil y frágil se manifiesta abiertamente, nos recuerda aún más fuertemente la necesidad de morir a una forma de ser, de razonar y de actuar que no refleja el Evangelio. Solo muriendo a una cierta mentalidad se logrará también dar espacio a la novedad que el Espíritu suscita constantemente en el corazón de la Iglesia”.

Esta invitación a renacer, mirando cada herida, crisis o dolor a la luz y con la esperanza que viene del Evangelio, es la invitación que hago a mí misma y a todos ustedes, pernos de las comunidades locales, para poder ser testigos creíbles del gran don del Carisma al que Dios nos ha llamado.

Queridos todos, ¡estoy con ustedes en esta tarea tan fascinante!

La humanidad necesita hoy más que nunca este testimonio de vida evangélica y estoy segura de que cada uno de ustedes está aquí porque Jesús lo ha llamado, personalmente, a ponerse al servicio de los hermanos y hermanas, especialmente aquellos que nuestra sociedad considera los últimos, los descartados.

Por esto, mi deseo para cada uno de ustedes es que estos días de escuela – que además preceden a la Pascua, un tiempo de renacimiento y resurrección – sean sobre todo una llamada fuerte a aspirar a la santidad: personalmente y todos juntos.

- para ir en profundidad y redescubrir la alegría y el valor de nuestra primera llamada;
- para reanudar nuestro camino siguiendo a Jesús;
- para ser luz, levadura, sal en nuestros ambientes;
- para difundir a muchos el amor de Dios en todas partes.

¡Les abrazo con el corazón, junto a las comunidades que representan! ¡Lleven a todos nuestro afecto, nuestra confianza, nuestros mejores deseos para una Santa Pascua de renacimiento en el amor hacia todos, una Pascua de paz!

Margaret Karram

Castel Gandolfo, 7 de abril de 2022


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