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Nació en Tívoli (Italia) en 1894, en una familia de origen humilde; es el primero de seis hijos. Al concluir sus estudios, estalla la Primera Guerra Mundial y Giordani la pasa en las trincheras. No dispara ni siquiera un tiro contra el enemigo, porque el cristianismo prohíbe matar y, debido a su valiente decisión, es gravemente herido. Mientras está en los hospitales militares, se graduó en Literatura y Filosofía. Se casó en 1920, con su esposa Mya con la que tendrán 4 hijos.

El valor de la coherencia política – A Giordani se lo puede considerar testigo de una cultura política que valora la coherencia, el diálogo y la construcción de la paz. Giordani era un hombre profundamente libre, incluso de los condicionamientos del poder: su vida aún hoy nos interpela.

Entre los primeros en unirse al Partido Popular Italiano – Su biografía política comenzó en 1919, cuando lo encontramos entre los primeros en responder al “llamado a los libres fuertes” lanzado por p. Luigi Sturzo, fundador del recién nacido Partido Popular. Se destaca al público en general por Rivolta cattolica (1925), un libro de encendida oposición al sistema desenfrenado del poder fascista, áspero con aquellas franjas católicas que cedían a la adulación del régimen. Ya en este texto, afirma la necesidad de fundar la convivencia humana en la fraternidad universal. A través de algunos de sus libros apologéticos desafía las ideologías de su tiempo y afirma el espíritu de servicio y de caridad que debe animar la política y el poder.

Santidad y política – Es candidato en las elecciones de 1924 y 1946. En 1946, entrando a los palacios de la política, como miembro de la Asamblea Constituyente y Parlamentaria de la Cámara de Diputados por la Democracia Cristiana, se hace esta pregunta: “¿Puede un político ser santo?”. Fue promovido a director de “Il Popolo”, periódico del partido, y en su diario anotaba: “difundir la santidad desde una pobre hoja de periódico; difundir santidad desde un corredor de pasos perdidos... ¿quién realizará este milagro?”.

Pronto en la nueva experiencia política encontró muchas dificultades. Para no violar la corrección profesional sometiendo al periódico a los juegos de las corrientes de partido, decide renunciar como director; y reza: “esta humillación sirve para volver a ponerme, alma desnuda, delante de ti, Señor”. Debe registrar “malentendidos, calumnias, bromas, abandonos”, que le provocan “desilusiones y amarguras”; entiende que son ‘pruebas’ para hacerse santo.

Pacifista inoxidable – Su compromiso con la paz es profético y convencido: es pacifista durante los dramáticos años de la Primera Guerra Mundial, cuando la sociedad civil estaba dividida entre neutralistas e intervencionistas. Es pacifista cuando imaginó los Estados Unidos de Europa, desde principios de los años veinte. También anhela la paz y la fraternidad universal cuando, en un famoso discurso parlamentario de 1949, se adhiere al Pacto Atlántico, leyéndolo no solo como un instrumento de defensa, sino como un principio para la pacificación entre los pueblos de Europa, incluida Rusia. Su idea de paz nace directamente de la ley de la caridad, de la necesidad de solidaridad, junto con cuestiones racionales, sociales y económicas. “La guerra es un homicidio” (contra el quinto mandamiento) “es un deicidio en efigie” (suprime en el hombre la criatura y la imagen de Dios), y es un suicidio, porque la humanidad es, especialmente hoy, un solo cuerpo que se autodestruye golpeándose en los conflictos.

Es un hombre que practica la paz, además de predicarla. Se lo recuerda, en los primeros años 50, dialogando, desde las páginas de los periódicos que dirige, con exponentes del mundo comunista, como el director de “L'Unità”, de Milán, Davide Lajolo, en los años en que los comunistas son excomulgados de la Iglesia. Iniciativa que despierta bastante conmoción y alguna incomprensión.

También se recuerda que al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, trabajó para salvar a algunos jerarcas fascistas de los linchamientos y ejecuciones sumarias que tuvieron lugar en los días posteriores a la liberación, él que sufrió bajo el fascismo las privaciones y los sufrimientos de la persecución ideológica y cultural.

La suya es la primera ley de objeción de conciencia (1949), presentada junto con el socialista Calosso. También él es uno de los primeros inspiradores del Acuerdo parlamentario por la paz, con parlamentarios de diferentes partidos (1951).

Su idea de democracia parte del contenido ético de la relación entre los hombres, de ahí el reconocimiento de la dignidad de cada persona y el valor de cada uno en la determinación del bien común. En este sentido, su espíritu democrático tiene sus raíces en la inspiración cristiana. En algunos volúmenes famosos, como Disumanesimo (1941), Pionieri cristiani della democracia (1950) y Le due città (1961), enfatizó que la política era la organización más alta del amor cristiano. No sólo eso. Bien consciente de que la política es un campo expuesto, más que los otros, a la “corrupción, a las mentiras, a la ambición”, incluso escribe que “el poder sataniza” (1962). Lanza este mensaje, hoy más que nunca actual: si todos necesitamos santidad, “los estadistas, los legisladores, los administradores de los asuntos públicos necesitan una doble ración” (1962).

El encuentro con Chiara Lubich – 1948 es el año decisivo para su vida: tiene 54 años, es un hombre muy conocido en el campo político y cultural y conoce a Chiara Lubich, que entonces tenía veintiocho años y en la que reconoce un carisma extraordinario. Se adhiere plenamente al Movimiento de los Focolares y, junto con Chiara, desempeña un papel importante para el Movimiento y la profundización espiritual de la doctrina, hasta el punto de ser designado repetidamente por Chiara como cofundador.

Después de dejar el Parlamento en 1953, Giordani abandonó la política de Palacio para dedicarse a construir una nueva cultura social y política, medida en una escala mayor: la familia humana. El encuentro con Chiara determinó un punto de inflexión en su vida. Él dirá más tarde: “Todos mis estudios, mis ideales, los mismos acontecimientos de mi vida me parecieron dirigidos hacia esa meta... Podría decir que lo había intentado antes; ahora lo he encontrado”.

Está fascinado por el radicalismo evangélico de la “espiritualidad de comunión” de Chiara, anunciada y vivida. El nuevo punto de inflexión en la vida de Giordani produce un cambio tan profundo que, escribe, “produjo una conmoción en los amigos”. Su vena polémica se transforma y Giordani adquiere una nueva y marcada sensibilidad al diálogo profundo. Su compromiso como individuo se vuelve comunitario y será recogido a lo largo del tiempo por un grupo de políticos: desde el pequeño grupo de parlamentarios que se formó en los años 50 a los de todo el mundo que forman el Movimiento político para la unidad, fundado por Chiara Lubich en 1996.

Giordani muere el 18 de abril de 1980 y la causa de su beatificación ya está en marcha.

 



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