“La ciudadela se convertirá aún más en un punto de referencia para vuestros coetáneos si los jóvenes del Movimiento manifiestan su amistad con Chiara Luce Badano, que ha vivido la espiritualidad de la unidad hasta la santidad”. Giancarlo Faletti habla en medio de jóvenes que están apiñados con tal de estarle cerca. Recién terminó la Misa del Domingo de Ramos, y se celebra, como de costumbre, en simultáneo, la Jornada mundial de la Juventud. También en México conocen a la beata italiana de dieciocho años. Para la ciudadela se abren nuevos horizontes, pero también para la comunidad de los Focolares en México, la jornada de encuentro les regaló no menores perspectivas para el futuro. Era una cita esperada, la de hoy, que comenzó de la forma más post-moderna, un ícono de un tablero sobre el cual Giancarlo hizo presión con el índice. Así comenzó su viaje por todas las regiones del País. Nada virtual, pues en cada rincón del jardín de la ciudadela lo esperaban representaciones de las diversas comunidades, con vestimenta de colores vivos, canciones y mapa geográfico en los hombros. Danzas, coros, trajes de las formas más variadas, se fueron alternando en el palco bajo la gran carpa blanca que alojaba más de 1.200 personas, que llegaron también de Torrión (a 16 horas de ómnibus) para no perderse el final del rico programa, o sea, el diálogo con Giancarlo antes y luego sucesivamente con la presidente Maria Voce, en conexión skype desde Guatemala.
Las preguntas rondaron sobre los grandes argumentos de actualidad y sobre la vida del Movimiento, pero fue la primera pregunta, hecha a la presidente por Gabriel, un pequeñito de Guadalajara, sumergido dentro de un sombrero negro, la que orientó el ánimo de todos: ¿Cómo hacer para ser santo?. Maria Voce le respondió como si estuvieran en un coloquio de tu a tu: “Debes preocuparte no tanto por ser santo, sino por ser Jesús. Jesús era hijo de Dios, era todo amor. Entonces debes amar, debes aprender todos los puntos del arte de amar. Más amas, más santo serás”. Gabriel asintió convencido. A todos, la presidente, en su saludo final, les confió: “Les repito mi gratitud. El augurio es que la vida vuestra de testimonio del carisma de la unidad transforme cada vez más los ambientes en los cuales viven, para contribuir como Movimiento a la renovación de México”. El silencio en la sala era profundo, las cabezas asentían. La nueva frontera los esperaba. Luego se produjo la explosión del folklore. Pero describirlo es una tarea ardua. Lo mejor es ir a México. de Paolo Lóriga, enviado
¡Aquí estoy!
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