
Antonio Diana
Foto Sergio Siano
Formar una empresa hoy no es ciertamente una ‘empresa’ fácil. En especial en Caserta, una zona de Italia del sur, conocida como “tierra de los fuegos”, por las fogatas de residuos tóxicos. Sin embargo es “una tierra espléndida – como la definió Monseñor D’Alise en ocasión de la visita del Papa- destrozada y convertida en depósito de basura. Hay una desocupación que te deja sin habla, que elimina la esperanza y mortifica a las nuevas generaciones…”. En diálogo con Antonio Diana, presidente de Erreplast, una industria de la zona que trabaja en el reciclaje de residuos: ¿Cómo llegó a ser el director de una empresa tan respetable como la suya? «El 26 de mayo del ’85, mi padre, Mario Diana, empresario, cayó como víctima inocente en manos de la camorra, dejando nuestra familia en una encrucijada: construir un futuro en territorios más tranquilos, o continuar testimoniando que el renacimiento social, moral y cultural de esta tierra es posible. Junto con muchas personas honestas, después de treinta años podemos decir que dimos también nosotros una modesta contribución para devolver esperanza a los jóvenes y al territorio de esta provincia»
¿De verdad se puede trabajar en una empresa de forma ética en un contexto tan problemático y además en un sector ‘crítico’ como el de los desechos? «Se puede, con tal de no adecuarse a las costumbres, manteniéndose en mercado sin aceptar sobornos. Es algo concreto aunque parezca una locura. Hoy el grupo está constituido por 5 empresas, más de 160 personas, un volumen de negocios de casi 40 Ml€, 5 plantas industriales para recuperar y reciclar más de 80.000 toneladas al año de desechos para embalaje y de recolección diferenciada»

Foto Sergio Siano
Sabemos que en sus programas, además de continuas innovaciones del proceso laboral, hay una particular atención al ambiente, a la sustentabilidad y al aspecto social… «En junio de 2013, al lado de las actividades industriales, creamos una Fundación con nombre de mi padre, con el objetivo de promover acciones orientadas a la tutela del ambiente y del territorio, a la valorización del patrimonio cultural, histórico y artístico nacional y local, a la formación de los jóvenes mediante proyectos de colaboración con las universidades»
¿Cómo logran permanecer a flote a pesar de la competencia? «Se sabe que el ‘contrabando’, las estafas, los préstamos usureros, la corrupción, interfieren con los mecanismos de la economía de mercado alterando la competencia. El que practica la ilegalidad tiene ciertamente ventajas sobre la competencia, pero estos no generan un sistema industrial sano que es la estructura que sostiene a un país avanzado. Pero mientras la acción ilegal ejercida durante largo tiempo opaca la capacidad de desarrollar competencias y la creatividad, las buenas prácticas de la legalidad llevan a la flexibilidad, a la eficiencia por la mejora de la calidad de los procesos y de los productos, a una continua búsqueda de reducir los costos. Hacer proyectos a largo plazo, asumir y retribuir regularmente, evitar el derroche, vender correctamente los propios desechos, son todos comportamientos que contribuyen al desarrollo global y que, paradójicamente, permiten a la empresa entrar en competencia en una verdadera economía de mercado».
Dos palabras más sobre los recursos humanos… «He siempre tratado de crear un contexto empresarial (desde la búsqueda de colaboradores, a la estructura de gobierno) que conjugara los resultados económicos con la promoción social. Estoy convencido de que una empresa antes que nada tiene necesidad de descubrir, en su interior y en todos los niveles, que es esencialmente una comunidad de hombres de carne y hueso, personas que dan un sentido a lo que hacen si reconocen la contribución que están aportando a la colectividad. Y esto se alcanza valorando la dignidad del trabajo de cada uno, en la transparencia y compartiendo los proyectos».
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