«Eterno Padre, haz que se aceleren los pasos hacia la plena comunión entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa», imploró la presidente de los Focolares sobre la tumba de los patriarcas Atenágoras I y Dimitrios I, en una de los raros intervalos concedidos por la lluvia, cuando estuvo, con el grupo de focolarinos de Estambul, en el pequeño cementerio de Balikli, que se encuentra dentro del santuario ortodoxo de María fuente de la Vida. «A ambos, que conocieron muy bien a Chiara Lubich, les confiamos el proseguimiento del camino ecuménico».
Después de la importante audiencia con el Patriarca Bartolomé I (motivo del viaje), la permanencia de la Presidente en la histórica ciudad estaba ligada a algunos encuentros, como con el padre Luigi Iannitto, franciscano conventual, de 91 años, quien conoció el carisma de la unidad en 1949 y que, en los años Setenta, dio vida al primer grupo que empezó a vivir la espiritualidad focolarina. En un clima de gran amistad se desarrolló la cita con un grupo de musulmanes de Estambul, que desde hace años colaboran estrechamente con el Movimiento. Mons. Louis Pelatre, vicario apostólico de la Iglesia Latina de Estambul acogió con viva cordialidad a María Voce. Se conocen desde los Ochentas, cuando ambos vivían en esta metrópolis. Por lo tanto inmediatamente entraron en los grandes temas, empezando por los diálogos y sus prioridades. «Son la nueva frontera, no podemos cerrarnos» subrayó el prelado, expresando gran aprecio por la obra que el Patriarca ortodoxo está desarrollando en el diálogo ecuménico y con los musulmanes. Finalmente agradeció calurosamente a María Voce «no sólo por haber mantenido en Estambul los dos focolares sino por haberlos renovado con la llegada de dos focolarinos jóvenes ». A propósito de lo que significa vivir en situaciones de frontera, Mons. Pelatre, refirió que a quien, cada tanto, le pregunta que está haciendo en Turquía, considerando el reducido número de fieles, él siempre responde: «No es justo decir que no hay nada que hacer, más bien se trata de entender cómo hacer ». En la misma avenida – dedicada al Papa Roncalli, porque el futuro Juan XXIII fue nuncio aquí en los años Cuarenta- está la sede de la Nunciatura Apostólica, donde tuvo lugar el encuentro con el Arzobispo Antonio Lucibello. Fue caluroso el saludo inicial por el común origen calabrés, que prosiguió con la visita a la oficina de quien fue el futuro pontífice.
El coloquio fue muy confidencial, en buena parte se dedicó a la relación con el Islam. «Un diálogo que es intercultural antes que interreligioso», como se puso de relieve. Expresó su profunda estima en relación con el incansable trabajo ecuménico y con el Islam desarrollado por Bartolomé I.
María Voce volvió a visitar algunos lugares simbólicos de la ciudad, la Mezquita Azul, el Museo de Arte Islámico. En Santa Sofía –primero basílica, después mezquita, ahora museo- dijo confidencialmente: «No logro contener la conmoción, a pesar de la multitud: es un lugar que nos une enseguida con el Cielo. Sentí que tenía que pedirle perdón a Dios por la desunidad que se ha creado entre las Iglesias». Antes de regresar a Roma, una velada con la comunidad focolarina de Estambul. Recuerdos de un tiempo, primer contacto con tantas personas, profundo intercambio de vida, escucha intensa y ruidosas carcajadas. «Te sentimos una de nosotros», le dijeron a María Voce durante los saludos finales. Y ella: «Entonces consideren que tienen una presidente turca». de Paolo Lòriga, enviado
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