Movimiento de los Focolares

Espacio joven: decisiones valientes

May 7, 2013

Una experiencia difícil, la separación de los padres, y una decisión llena de incertidumbres: atestiguar o no en contra del padre. El relato de una joven italiana.

«Conozco el Movimiento de los Focolares desde pequeña. Durante los últimos dos años tuve la ocasión de re-descubrir mi relación con Dios a través de la experiencia de la separación de mis padres. Fueron años muy difíciles, en los que vi cómo se derrumbaban todas mis seguridades. Varias veces puse en causa mi fe en Dios y Su amor por  mí.

Por ser la mayor terminé siendo la persona alrededor de quien más giraba la situación. Mis padres me hablaban durante horas por teléfono comentándome la rabia que sentía cada uno hacia el otro. En ese período me sentía muy sola, sin puntos de referencia. A Dios lo veía muy distante: sólo oía Su silencio.

Un día, cuando pensaba que las cosas no podían ir peor, recibí la llamada de mi madre que me contaba lo que le había sugerido el abogado: que mi hermana y yo atestiguáramos en el tribunal en contra de mi padre, porque según ella era la única forma de cerrar la causal de separación rápidamente.

¡Se me vino el mundo abajo! Sentía una lucha interna: mi padre, es cierto, se había comportado mal con nosotros. Además sentía que nunca había podido establecer una relación fuerte con él. Además pocos días antes me había vuelto a fallar: había  sido mi cumpleaños y él me llamó pero no para felicitarme (se había olvidado de mi cumpleaños) sino para desahogarse y lamentarse de mi madre, como de costumbre.

Sin embargo, en ese momento de desesperación extrema, después de meses de “silencio” sentí la voz de Dios clara y fuerte dentro, que me decía que no me dejara llevar por la rabia y que pensara sólo en amar, siempre y a pesar de todo, sin esperar nada en cambio.

Me armé de valor y le dije a mi madre que no iba a testimoniar en contra de mi padre. Ella se puso muy mal y se enojó. Me acusó de que no la quería ayudar. Nos dejamos de hablar por varios días. Sufrí mucho –a pesar de tener la convicción de que ese “no” dicho a ella, era un “sí” dicho a Dios.

Inesperadamente, desde ese momento, las cosas empezaron a marchar mejor. Poco a poco se fueron disolviendo todos los nudos y sobre todo mis padres comprendieron que no debían involucrarnos a nosotras, hijas, en sus problemas. Cuando pasó la crisis, mi madre comprendió el sentido de mi gesto, estuvo de acuerdo y nuestra relación se fortaleció. La relación con mi padre también avanzó porque cuando supo mi decisión y se quedó “impactado por mi valentía”.

Ahora experimento dentro una fuerza, una serenidad y una fe nuevas, que nacen de la seguridad de que no estoy sola. Incluso en los momentos en que no siento Su voz, Él está siempre a mi lado. Es verdad que Dios pide que dejemos todo para seguirlo, al final lo que nos da a cambio tiene mucho más valor que cualquier cosa que hayamos dejado. ¡Es de verdad el céntuplo prometido!»

(T. – Italia)

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