Movimiento de los Focolares

Evangelio vivido: siempre hay algo para dar

Dic 15, 2014

De Egipto a Colombia e Italia. Breves flashes de vida evangélica que nos estimulan a poner en práctica la Palabra de vida de este mes: compartir con quien se encuentra en necesidad.

20141215-01Algo que hacer

Cuando a nosotros jóvenes nos llegó la noticia de que en las afueras de la ciudad, en el desierto, había una colonia de 1000 personas afectadas por la lepra, fuimos a ver la situación y descubrimos que allí hacía falta todo, incluso asistencia médica. Después de habernos puesto de acuerdo con Cáritas, empezamos a ir allá los días libres del trabajo. Somos un grupo conformado por cristianos y musulmanos. Para brindar una ayuda concreta, dos estudiantes de medicina se pusieron al día acerca de los métodos para tratar la lepra. Otros se ocuparon de varios servicios, como pintar las viviendas. Otro, periodista, redactó artículos para varios periódicos y revistas de manera que se pudiera informar y sensibilizar sobre problema al mayor número posible de personas. Sobre todo nos dimos cuenta de que estos enfermos necesitan de alguien que los escuche. Para ellos, esto es aún más importante que las medicinas. La experiencia nos permite comprender que cada uno puede siempre hacer y dar algo en favor de los demás.

S. H. – Egipto

El carrito

20141215-02Ya varias veces ese pobre había tocado a nuestra puerta para pedir dinero. Yo siempre he pensado que es mejor enseñar a pescar que regalar un pescado, por lo tanto, me puse a armarle un pequeño carrito para vender dulces y café. Con una mesita metálica que teníamos en casa, hice la vitrina y con la ganancia de la venta de papel compré las ruedas. Finalmente resultó un lindo carrito. Luego fuimos a Bogotá, al sector en donde ese pobre se movía, para entregárselo. Estaba sorprendido, tan feliz que pidió sacarse una foto con nosotros. En seguida se puso a trabajar y ahora lleva una vida más digna.

O. M. – Colombia

20141215-03¡Encontré a un amigo!

Estaba yendo al médico en el auto. Llovía y yo tenía prisa. Acababa de pasar delante de un hombre que a la orilla de la calle caminaba con mucha dificultad. Paré, puse la marcha atrás y lo invité a subirse al auto. Él también estaba yendo al médico… ¡mi mismo médico! Apenas se enteró exclamó: «¡Hoy encontré a un ángel!». En efecto, me llamo Ángel y cuando él lo supo, soltó una buena carcajada. A la salida, acompañé a Antonio (así se llamaba) primero a hacer unas compras y luego a su casa, donde me presentó a su esposa Antonietta. Junto al relato de parte de su historia, me brindaron una copita de licor y unas galletas hechas por ella. Al despedirnos, nos intercambiamos los números de teléfono y nos prometimos que nos volveríamos a ver. Antonio dijo: «Hoy encontré a un amigo». Y Antonietta, al entregarme 12 huevos frescos agregó, «están todavía tibios, los acabo de recoger en el gallinero». Parecía que se había detenido el tiempo. ¡Realmente hay más alegría en dar que en recibir!

Ángel D. N. – Italia

 

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