«Hola, soy Jolanta, una gen ortodoxa de Lituania. Participo en el Movimiento de los Focolares desde hace poco, pero siempre creí en Dios y desde pequeña he siempre vivido con la comunidad de mi Iglesia. Fue así por lo menos hasta el período “tempestuoso” de mi adolescencia, cuando, también por el hecho de que no había otros jóvenes en el grupo, me desanimé, dejé de tener actividades en la Iglesia y me alejé.
En Lituania la mayoría de la población es católica, mientras que yo soy ortodoxa y rusa. Un amigo, sabiendo que quería donarme a los otros por Dios, me invitó a conocer a algunos de “sus amigos católicos que me iban a gustar”. Con ellos me sentí inmediatamente en familia y esta sensación creció cuando asistí a la Mariápolis, un convenio de varios días con personas de diversas edades, donde encontré un ambiente especial de unidad y amor recíproco. Comunicando esta alegría que tuve, hubo alguien que me dijo: “Esta realidad tendrías que vivirla también en tu iglesia”. Sonreí, pero me parecía imposible.
Con otras chicas que compartían la espiritualidad de la unidad, las gen, organizamos el “Café de los jóvenes”, un lugar donde se organizan tertulias con algún tema, proyectos y actividades de distracciones alternativas, donde se promueve la ocupación, la creatividad y la sociabilidad de los jóvenes. En una de estas tertulias invitamos a los jóvenes de la Comunidad Ortodoxa y así comencé a recuperar la relación con ellos y todo salió tan bien que algunos de ellos participaron también en el Run4Unity. Más adelante recibí una carta del responsable de la Comunidad Ortodoxa en la cual me invitaba a participar en sus actividades y a compartir con ellos la experiencia hecha con los jóvenes del Movimiento de los Focolares, porque este tipo de experiencia le faltaba. Esta carta me conmovió profundamente y enseguida acepté.
Comencé a asistir a los encuentros de los jóvenes y me pidieron que diera una mano en el campamento de verano de los niños. Para poder aceptar tuve que abandonar la búsqueda de trabajo, es más, tuve que rechazar algunos ofrecimientos de trabajo que me habían hecho. Fui al campamento con algunos temores, porque no tenía experiencia de organización, pero me resultaba claro el objetivo: construir puentes de unidad. Ahora solo puedo agradecer a Dios porque con los otros organizadores al final éramos una verdadera familia. En este momento tengo francamente tres “familias”: mi familia natural, mi Iglesia y el Movimiento de los Focolares. Soy hija única y me sentí siempre un poco sola, mientras que ahora tengo muchísimos verdaderos hermanos y hermanas.
Después del campamento penetré más en la vida de la Comunidad Ortodoxa, ahora asisto a muchas actividades, que yo misma ayudo a organizar. Les cuento un secreto: tenemos pensado organizar una fiesta de Navidad, que se tendría que realizar a mediados de enero (porque nosotros los ortodoxos festejamos la Navidad el 7 de enero). Esta será una linda oportunidad para los jóvenes ortodoxos y para los del Movimiento de los Focolares de unir nuestras fuerzas y realizar una hermosa fiesta todos juntos.
El haber conocido esta espiritualidad me dio la confianza en la Voluntad de Dios y cuando tienes esta confianza, los milagros ocurren de verdad, cada día. Chiara Lubich decía: “La vida está hecha de momentos presentes, y solo estos tienen valor para el que quiere realizar algo” ».
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