“Karibu Kenya Papa” (Bienvenido a Kenia, Papa). Entre cantos y bailes festivos, en la tarde del 25 de noviembre, el Papa desembarca en Nairobi para su primera etapa en tierra africana. Desde el aeropuerto hasta la ciudad, dos alas de multitud acompañan el auto papal: un simple auto de color gris. Ya desde el primer saludo Francisco expresa su amor por esta “Nación joven y vigorosa, una comunidad con ricas diversidades”. “Kenia fue bendecido no sólo por la inmensa belleza, de sus montañas, sus ríos y lagos, sus selvas, sus sabanas y espacios semi-desiertos, sino también su abundancia de recursos naturales”. Y continúa: “En un mundo que sigue explotando estas riquezas en lugar de proteger la casa común”, auspicio que sus valores inspiren “los esfuerzos de los gobernantes en la promoción de modelos responsables de desarrollo económico”. La agenda papal es intensísima: encuentro con el clero, al que ‘regala’ tres palabras: llorar, rezar, servir; el encuentro con los representantes de la ONU de Nairobi, a quienes pide un ‘cambio de ruta”, de modo que la economía y la política se pongan al servicio de la persona a fin de que desaparezcan enfermedades como la malaria y la tuberculosis, que se continúe luchando contra la deforestación y se orienten hacia un comercio más igualitario y a un desarrollo que tenga en cuenta a los pobres.
Fue significativo el encuentro con los líderes de las diversas iglesias y de las comunidades musulmanas y animistas, en donde afirmó que el diálogo ecuménico e interreligioso no son un lujo ni una opción. Después dijo con fuerza, esa frase que tuvo eco en todo el mundo: “Que nunca el santo nombre de Dios sea utilizado para justificar el odio y la violencia” El 27, último día en Nairobi, fue a Kangemi, un barrio muy pobre donde se concentra la degradación humana y ambiental que lo impulsó a convertirse en el paladín ante la ONU. Lo esperaban 100 mil personas, también aquí bailando y cantando. Y Francisco no los decepciona: “Me siento en casa”, dijo. “Comparto este momento con ustedes, hermanos y hermanas, que tienen un lugar especial en mi vida y en mis elecciones. Sus dolores no me son indiferentes. Conozco los sufrimientos que encuentran. ¿Cómo podemos no denunciar las injusticias sufridas?” Antes de partir para Uganda, en el estadio Kassarani se encuentra con los jóvenes para responder a sus preguntas entre las cuales: ¿cómo vencer el tribalismo, la corrupción, el reclutamiento de los jóvenes?. “Vencer el tribalismo –responde el Papa- es un trabajo de cada día, un trabajo de la oreja, escuchar a los otros, un trabajo del corazón, abrirlo a los otros, y un trabajo de la mano, estrecharse la mano uno al otro”. “La corrupción es algo que se insinúa dentro nuestro, es como el azúcar, es dulce, nos gusta, es fácil, pero luego terminamos mal”. Y, ¿cómo superar la radicalización?. “Lo primero que debemos hacer para evitar que un joven sea reclutado es darle educación y trabajo”. Cada encuentro suyo es desbordante de afecto, cercanía, amor. Y el pueblo responde expresando gratitud, alegría, esperanza. El tema de la inculturación del Evangelio es uno de los desafíos más significativos en estas tierras, en las cuales se debe tener en cuenta varios aspectos, percibidos como valores, preexistentes al cristianismo: la visión familiar, el rol del clan, la poligamia tribal y la musulmana, etc. Es un desafío que también los Focolares han acogido desde su llegada a África, en los años ’60, y que continúa comprometiéndolos en una sincera búsqueda con las personas del lugar, en el espíritu de la reciprocidad. Un camino que trajo Chiara Lubich en 1992 fundando, justo aquí en Nairobi, una ciudadela de testimonio donde se realizan cursos de inculturación especializados. El próximo tendrá lugar en mayo de 2016 donde participarán también María Voce y Jesús Morán presidente y co-presidente de los Focolares respectivamente.
Aprender y crecer para superar los límites
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