«Mons. Giovanni Martinelli es un pequeño-gran hombre. Un hombre valiente que, a pesar de un grave problema de salud que lo afecta desde hace dos años, prosigue tenazmente queriendo permanecer en su Libia, para atender como pastor amoroso a sus ovejas, que se han reducido a un puñado de filipinas que trabajan en los hospitales como enfermeras y que “no pueden” dejar el país.
“No tengo nada especial que decir –empieza-, nos quedamos huérfanos desde que se fue el embajador. Pero, repito, no tengo nada que decir. Estamos aquí porque Jesús nos quiere aquí. Estoy al servicio de este pueblo, no es que tenga quien sabe qué poder”.
¿Y la comunidad católica? “La comunidad cristiana todavía existe y estamos tranquilos”.
¿Están tranquilos? “Acabamos de celebrar la misa, Dios está con nosotros, ¿por qué debemos temer?”.
¿También en padre Sylvester está todavía en Bengasi? “Ciertamente –responde Mons. Martinelli-, también él dice que todavía se puede quedar para estar cerca de este pueblo tan probado”.
¿Qué prevén para el futuro? “Es muy difícil hacer previsiones. Es mejor no hacerlas, porque demasiadas veces hemos hecho hipótesis que después no se concretaron. Es mejor vivir día a día, es más, momento a momento. En el momento presente está todo. En ese momento me encuentro con Jesús, encuentro a los hermanos, amo a este pueblo”.
¿Cómo es la situación en Trípoli? “Me parece que está bastante calmada; no nos han prohibido nada. El clima es tranquilo y pacífico. No hay mucho peligro para circular durante el día. Cierto, en la noche nos quedamos en casa”.
¿Temor? “Por el momento no hemos recibido amenazas directas. Vamos a ver cómo se desarrollan las cosas. Quizás nos corten la cabeza… Pero yo se las daré en un plato, porque estoy aquí para morir por mi gente”.
¿Cómo ve el papel de Italia en esta situación? “Se ha comprometido mucho, especialmente el embajador, para mantener abierto el canal del diálogo entre las distintas tribus, entre las distintas facciones. Hasta ahora, Italia ha hecho propaganda de paz”.
¿Cómo vería una intervención extranjera armada? “No creo que sea la solución”.
En el 2011, cuando corrían vientos de guerra, usted dijo que si esto sucedía Libia corría el peligro de que explotaran las divisiones tribales y políticas. Pero lamentablemente los europeos parecían estar seguros de que la democracia electoral iba a contagiar positivamente al país… “La prudencia hubiera sido útil, entonces y ahora. La diplomacia internacional debería hacer su parte para recomponer las piezas de Libia. No se deben imponer visiones políticas que no pertenecen a esta gente”.
Después prosigue y concluye: “Si vienen acá sólo con armas y sin una fuerte voluntad de diálogo, no sirve de nada. Es necesario venir aquí para amar a este pueblo, no por los intereses de los occidentales, ni para aprovecharse del petróleo y de los otros recursos. Aquí se puede venir sólo si se tiene voluntad de dialogar con los musulmanes. Yo estoy aquí por esto y no tengo otra finalidad».
Fuente: Città Nuova online
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