«Estoy de pie cerca de la Emergencia y veo dos figuras muy bien maquilladas y vestidas. Desde el fondo del corredor aparece un niño, vestidito con una túnica demasiado grande, que camina titubeante, con una mirada asombrada y con un aeroplano apretado a su pecho. Me pregunto quién será su madre, porque no se parece a ninguna de las dos. Sin embargo, ambas señoras responden a coro a cada pregunta sobre la salud del pequeño…mientras que Vito, el niño, rígido en el sillón del ambulatorio, rechaza con decisión el intercambio entre el aeroplano por un album de figuritas, que le propone la enfermera, en su tentativa de que estire el brazo para sacarle sangre».
Es el relato de Marina D´Antonio, médica italiana, “enamorada del Evangelio”, como se describe ella misma, que tiene en su colección una infinidad de episodios con pacientes de todas las edades y procedencias. Su hilo conductor es el de poner a un lado reglas y órdenes que amenudo se esconden detrás de la túnica blanca, y mirar a la persona que tiene delante, tomándose a cargo su humanidad. En esta historia el protagonista es un niño. La contamos, mientras algunos centenares de médicos y operadores sanitarios se encaminan para un encuentro en Padua (Italia), el 18 y 19 de octubre. Serán dos días decongreso sobre el significado de la medicina hoy, junto con otros temas como la globalización, el apoyo sanitario y la personalización de las atenciones.
«Por lo general, en estos casos – sigue la doctora- se busca la colaboración de la madre….y aquí están respondiendo al unísono, una a la derecha y la otra a la izquierda de Vito. Una le dice al niño que hay que poner al aeroplano en la pista de despegue, o sea en el escritorio, para que suba el segundo piloto, un hombrecito de plástico negro y rojo que mágicamente saca afuera de su cartera. Vito accede, obedeciendo a un despegue regularmente autorizado por la torre de control. Espero el segundo encantamiento, que debería inducir a Vito a permitir a la enfermera a introducir la aguja en su antebrazo. Y aquí está: la otra señora saca una flor de tela amarilla y una mariposa de tela roja. “Mira Vito, Brigidina la mariposita amarilla chupa un poco de néctar de esta florcita… y ésta otra mariposa roja prefiere beber del bracito de Vito….” El niño da un giro y la enfermera, rapidísima,con gesto profesional le introduce la aguja.
El niño deja de llorar y sigue el vuelo de la mariposa roja que cae en picada en su antebrazo, aterrizando delicadamente un momento después que la enfermera le aplicó la cinta adhesiva coloreada en el punto de punción y arroja luego la aguja en el recipiente de desperdicios especiales. Quedo admirada frente a estas dos madres excepcionales. La enfermera, asombrada por una afirmación de las dos madres pregunta, “Pero…por qué? Cuántos niños tienen?”
Sonríen.. “Bué…ahora tenemos 15” Explican que son Educadoras empleadas en una Casa Familia del territorio de nuestra ASL. La madre de Vito murió de sida. El padre está actualmente en una Comunidad de recuperación de toxicodependientes. El Juez de Menores tiene al niño en Casa Familia hasta que tenga la autorización legal para decidir si lo puede declarar adoptable o no. Vito, de 4 años, curiosamente, no sabe todavía hablar.
Terminado el trabajo no voy a almorzar, no vuelvo a casa, suspendo los compromisos de la tarde. Busco en el navegador la dirección de la Casa Familia. Llego, toco impaciente el timbre y pido si puedo hacer algo allí, cualquier cosa. Así comenzó mi aventura de voluntaria al lado de niños abandonados, maltratados, asustados…. pero que aceptan siempre mi desafío. A pesar de todo, cualquier cosa pase o suceda, nosotros seguimos jugando.
Empiezo a jugar con ellos. Una tarde, en el gran jardín alrededor de la Casa Familia, que, por motivos de seguridad fue construida en un lugar aislado, aterrizó un hombre con su deltaplano colorado. Vito me miró, y, señalando el deltaplano, pronunció “Papá”
Fue su primera palabra, densa como si fuera un discurso entero, conmovedor, cómo años de espera escrutando el cielo. El regalo que me hizo fue su primera palabra. Vito quería irse, con su papá que había llegado de las nubes. Y finalmente, hace algunos días, sucedió realmente así”
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