En un momento en el cual, el encuentro entre fedes y culturas parece ser el único antídoto ante los conflictos y las tensiones que amenazan al mundo, la J.M.J. de Toronto ha abierto, además, a los jóvenes, el horizonte del diálogo interreligioso.
Durante tres días la iglesia de San Patricio se convirtió en teatro de canciones, danzas, “sketchs”, video-clips y verdaderos fuegos artificiales de testimonios de jóvenes de religiones diferentes que comparten el espíritu de unidad de los Focolares, a quienes la Iglesia canadiense había confiado esta iniciativa.
Sorprendió mucho a los medios americanos el hecho de que en Toronto estuviesen también jóvenes hebreos, musulmanes, hindúes y budistas.

Los testimonios mostraban con hechos concretos que el arte de amar radica en la así llamada regla de oro: “Haz a los demás lo que quisieras que te hiciésen a tí”, común en todas las religiones, cambia decididamente la vida, alivia llagas, abre nuevos horizontes, une a jóvenes de culturas y religiones distintas respetando plenamente la identidad de cada uno.
Metta, budista tailandesa, acusada de haber tenido un lavado de cerebro, por parte de los cristianos, conquista más tarde a toda la escuela budista a sus ideas.
Avinash, hindú, habla del encuentro con los “Jóvenes por un mundo unido” de Bombay y del descubrimiento de una vida tan rica de valores.
Ya desde niña, Ikram, estudiante musulmana de Marruecos, había aprendido el arte de amar a través de su maestra cristiana. Hoy, en la universidad de Bélgica, donde estudia, este arte es la llave que le abre el diálogo con todos.

Y toman también la palabra una periodista hebrea, un Imam de los Estados Unidos.
No falta un testimonio cristiano, como el de Alicia, de Burundi, que logró perdonar a quien había matado a parte de su familia y, junto con colegas pertenecientes a la otra tribu, se convirtió en punto de referencia de la universidad para los jóvenes de las dos étnias combatientes.
Con gran alegría se acogió, luego, en San Patricio, al Cardenal Francis Arinze, Presidente del Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso. “Se puede decir que el diálogo –afirmó- es una componente irreversible en la Iglesia Católica”.

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