El Padre M., religioso holandés, misionero del Verbo Divino, se traslada a Brasil en un período difícil para la vida religiosa. Precisamente en esos años entra en contacto con la Espiritualidad de la Unidad. En la comprensión de las palabras de Jesús “Donde dos o más están unidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18, 20), encuentra la llave para responder a esa situación de crisis: será Jesús entre los suyos quien resplandecerá y atraerá a muchos. Poco a poco el seminario se reaviva. Se multiplican las iniciativas sociales. Florecen las vocaciones.

 

Nací en Holanda, pero desde 1958 mi nueva patria es Brasil, tierra a la que llegué como misionero del Verbo Divino, con el deseo profundo de dar mi vida por esta tierra.
En los años después del Concilio, en medio de la gran crisis de la vida religiosa, tuve la oportunidad de participar en un curso de formación para religiosos animado por el Movimiento de los Focolares. Un punto fundamental del curso fue la comprensión de la palabra del Evangelio: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18, 20). Descubrí así que Jesús presente en medio nuestro posee en sí todos los dones, todos los carismas, todos los fundadores de las varias familias religiosas.

 

Regresar de aquél curso fue duro: nuestro seminario mayor de San Pablo estaba prácticamente vacío y abandonado después de la crisis vocacional de los años ’70. En aquél ambiente de desazón y abandono general, entendí que tenía que tener confianza en la experiencia hecha: Jesús presente en medio nuestro ciertamente sería capaz de generar una vida nueva, en pleno acuerdo con las exigencias de la vida religiosa renovada propuesta por el Concilio. Y así sucedió:

 

También otro de mis compañeros había descubierto esta vida de unidad y a él el padre provincial lo llamó para que asumiera la dirección del seminario vacío. Ya éramos amigos antes, pero desde ese momento tratamos de que nuestras relaciones se profundizaran. Los otros hermanos de nuestro pequeño grupo empezaron a advertir un interés siempre mayor por esta vida y por la comunidad. También el seminario, antes criticado duramente, empezó a ser bien visto.

 

Misionarios del Verbo Divino
La vida de comunión nos lleva a descubrir la experiencia de San Arnaldo Janssen, fundador de la congregación de los Misioneros del Verbo Divino. Los jóvenes religiosos sienten cada vez más vivo el deseo de responder con generosidad al llamado a lanzarse en la aventura misionera.
Este redescubrimiento de la identidad misionera nos lleva a dar también un paso bastante significativo a nivel estructural en la evolución del noviciado.
Entendemos que “formación” y “misión” son dos realidades inseparables y que, por lo tanto, es bueno trasladar el noviciado a un ambiente de “misión”. Para ello elegimos la diócesis misionera de Registro, región del Brasil extremamente pobre y sin comodidades, donde los Padres viven y trabajan desde hace más de cincuenta años al servicio del pueblo y de la Iglesia.

 

Amar a Jesús en los pobres
La experiencia del noviciado en un lugar de gran sufrimiento, donde la muerte parece tener la última palabra, nos hace vivir un aspecto de Jesús que encontramos a menudo en el Evangelio: la compasión, el sufrir con los otros, el participar en el sufrimiento de los hermanos, el compartir el dolor de tanta gente reducida a la miseria. Jesús presente entre nosotros nos enseña a ver su presencia en el pobre y en el rico. Esto nos ayuda a ser una presencia de ese amor que genera fraternidad entorno a sí, un signo visible “de los cielos nuevos y la tierra nueva”.
 

 

 

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