Vivo en Río de Janeiro: una ciudad entre las más bellas del mundo. Desde hace tiempo vivo la Palabra de Vida y entrego la hojita con el comentario de Chiara a varias personas.

Había salido del trabajo un poco más tarde esa noche, pero no quería volver a casa sin haber entregado la última hojita a una familia que visitaba todos los meses. Por eso llamé por teléfono a mi mamá, para decirle mi programa. Para llegar antes pensé en tomar un taxi. Por el retrovisor vi la cara del taxista que me dice: “Entraste en el automóvil equivocado, éste es un taxi robado, ahora vendrás conmigo”. Me da un escalofrío: es un ladrón �dónde me llevará? El taxi se dirige fuera de la ciudad.

Llegamos delante de un Motel, una casa de prostitución, y allí me hace bajar, empujándome dentro una habitación. Mientras que él permanece en la recepción, me siento sobre la cama: �qué será de mí? Podía ser mi último momento de vida…

Entonces me acordé de la Palabra de Vida que traía y empecé a leerla lentamente. Esa persona entra y cierra la puerta, se sienta a mi lado y me pone un brazo en la espalda: “�Qué estás haciendo?” Le explico que se trataba de un comentario al Evangelio, una frase de Jesús que intentaba poner en práctica. “�Léemela en voz alta!”, me dice en tono agresivo. Pienso en vivir ese momento con solemnidad, leyendo palabra por palabra con amor. No llego ni siquiera al final de la página que él, arrancándome la hoja de las manos, me dice: “Vete, vete, �eres demasiado buena!”. La Palabra me ha salvado.

M.A.C. – Río de Janeiro

(De “Las Florecillas de Chiara y los Focolares” – Editorial San Pablo)

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