«Sin fraternidad no hay paz»

El pluralismo religioso, superficialmente parece el germen de divisiones y guerras. En realidad el mismo es –dijo Chiara Lubich en su intervención- un reto: todas las religiones están llamadas a restablecer, juntas, la unidad de la familia humana, porque en todas las religiones “de algún modo el Espíritu Santo está presente y activo”.

Precisamente el fenómeno del terrorismo, que no se logra combatir con los medios convencionales, demuestra que las religiones tienen un gran aporte que dar a la paz: “La causa más profunda del terrorismo” es “el insoportable sufrimiento” ante un mundo donde es cada vez mayor la diferencia entre ricos y pobres, subrayó Chiara Lubich en Caux. Existe la exigencia de una mayor igualdad, mayor solidaridad, y sobre todo de una distribución de los bienes más equitativa. “Pero, como se sabe, los bienes no se mueven solos”, “es necesario mover los corazones de las personas”. Y “�de quién, sino de las grandes tradiciones religionas, podría partir una estrategia de fraternidad capaz de marcar un vuelco incluso en las relaciones internacionales?”. De hecho, sin fraternidad –sostiene Chiara Lubich- no hay paz.

Sin perder la propia identidad

En todas las religiones está radicada la idea de la unidad y del amor: “en práctica, esto significa que somos compañeros en el camino de la fraternidad y de la paz. Sin perder nuestra identidad, entre las grandes tradiciones religiosas de la humanidad nos podemos encontrar y comprender” subrayó Chiara Lubich.

Como vía maestra hacia la comprensión entre las religiones, la fundadora del Movimiento de los Focolares, indicó el camino del amor: “Si emprendemos el diálogo los unos con los otros, y si por lo tanto nos abrimos a un diálogo hecho de benevolencia, de estima recíproca, de respeto, de misericordia, nos abrimos también a Dios y actuamos de modo tal –son palabras de Juan Pablo II- que Dios esté presente en medio nuestro”. Chiara Lubich se muestra convencida de que es precisamente con la presencia de Dios que se pueden encontrar verdaderas soluciones a los problemas actuales.

El secreto del diálogo

El Movimiento de los Focolares tiene una rica experiencia en el diálogo interreligioso: “en un clima de amor recíproco se puede establecer un diálogo con los propios compañeros, un diálogo en el que se intenta hacerse nada para ‘entrar’, en cierto modo, en ellos”. Este ‘hacerce uno con el otro’ es indicado por Chiara Lubich como el secreto de un diálogo capaz de llevar a la unidad. Exige una verdadera pobreza de espíritu: “vaciar nuestra cabeza de las ideas, liberar nuestro corazón de los afectos, nuestra voluntad de los deseos” para poder ensimismarnos con el otro y entender a quien tenemos delante. Ante una actitud así el otro o la otra queda “tocada” y por su parte empieza a hacer preguntas (ésta es la experiencia de Chiara). “Entonces podemos pasar al ‘anuncio respetuoso’, y comunicar, por lealtad con Dios y con nosotros mismos, pero tambièn por honestidad con el prójimo, cuanto afirma nuestra fe sobre el argumento del que se habla, sin imponer con ello nada al otro, sin sombra de proselitismo, sino por amor. Y es el momento en el cual, para nosotros cristianos, el diálogo desemboca en el anuncio del Evangelio”.

Gran simplicidad

Durante el coloquio sucesivo, Cornelio Sommaruga, presidente de “Iniciativas y cambio”, subrayó la “extrema sencillez” con la que Chiara Lubich difunde su mensaje de amor. Rajmohan Gandhi, nieto de el Mahatma Gandhi, profesor de la Universidad de Nueva Delhi, también él responsable de la organización que promovió el seminario, agregó: “Esta mujer habla a los corazones. Pero no como muchos otros, con voz potente y apasionante, sino con dulzura y fuerza. El diálogo interreligioso promovido por la señora Lubich es de grandísima importancia, especialmente en nuestro tiempo”. Y el rabino Marc Raphaël Guedj, fundador de “Racine et Source” (“Raíz y Fuente”) quedó impresionado por la “personalidad de Chiara, que habla de amor siendo amor, sabiduría, sabiduría en la vida cotidiana,… amor que transforma el mundo”.

Del servicio de Beatrix Ledergerber-Baumer para la agencia KIPA, 3 de agosto 2003

(nuestra traducción)

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