No es la primera vez que Lucas cuenta que los discípulos discuten sobre quién es, entre ellos, el más grande. En esta ocasión lo hacen durante la Ultima Cena. Poco antes Jesús ha instituido la Eucaristía, el signo más grande de su amor, de su entrega sin medida, anticipo de lo que vivirá pocas horas más tarde sobre la cruz. El está en medio de ellos “como el que sirve”. El Evangelio de Juan refiere, en efecto, su gesto concreto de lavar los pies a los discípulos. En este mes en el que celebramos la Pascua, la Resurrección de Jesús, es importante recordar esta enseñanza suya.
Los discípulos no lo comprenden, condicionados por la mentalidad corriente del vivir humano que privilegia el prestigio y el honor, los primeros puestos en la escala social, el llegar a ser “alguien”. Pero Jesús vino a la tierra precisamente para crear una sociedad nueva, una nueva comunidad, guiada por una lógica distinta: el amor.
Si él, que es el Señor y el Maestro, ha lavado los pies (una acción considerada de esclavos), también nosotros debemos seguirlo y, sobre todo, si tenemos determinadas responsabilidades, estamos llamados a servir de igual manera a nuestro prójimo con hechos concretos y dedicación.

«El que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor»

Es una de las paradojas de Jesús. Se la comprende sólo si se piensa que la actitud típica del cristiano es el amor, ese amor que lo lleva a ponerse en el último lugar, que lo hace pequeño delante del otro, tal como hace un papá cuando juega con su hijo más chico, o ayuda en las tareas de la escuela al mayorcito.
Vicente de Paul llamaba sus “patrones” a los pobres y los amaba y servía como tales, porque en ellos veía a Jesús. Camilo de Lellis se inclinaba sobre los enfermos, lavando sus llagas, acomodando su cama, “con ese afecto – escribe él mismo ”.
¿Y cómo no recordar, más cercana a nosotros, a la beata Teresa de Calcuta, que acudió junto a millares de moribundos, haciéndose “nada” ante cada uno de ellos, los más pobres de los pobres?
“Hacerse pequeños” delante del otro quiere decir tratar de entrar lo más profundamente posible en su alma, hasta compartir los sufrimientos y los intereses, aún cuando a nosotros nos parezcan poca cosa, insignificantes, pero que sin embargo constituyen el todo de su vida.
“Hacerse pequeños” delante de cada uno, no porque nosotros estemos de alguna manera más alto y el otro más bajo, sino porque nuestro yo, si no se lo vigila, es como un globo, siempre dispuesto a elevarse, a ponerse en situación de superioridad con respecto a nuestro prójimo.

«El que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor»

“Vivir el otro”, por lo tanto, y no llevar una vida replegada sobre uno mismo, llena de las propias preocupaciones, de las propias cosas, de las propias ideas, de todo lo que se considera nuestro.
Olvidarnos, posponernos a nosotros mismos para tener presente al otro, para hacernos uno con cualquiera hasta descender con él y ayudarlo a elevarse, para hacerlo salir de sus angustias, de sus preocupaciones, de sus dolores, de sus complejos, de sus discapacidades, o simplemente para ayudarlo a salir de sí mismo e ir hacia Dios y hacia los hermanos y encontrar así, juntos, la plenitud de vida, la verdadera felicidad.
También los hombres de gobierno, los administradores públicos (“el que gobierna”), a cualquier nivel en que se encuentren, pueden vivir su responsabilidad como un servicio de amor, para crear y custodiar esas condiciones que permiten que todos los amores puedan florecer: el amor de los jóvenes que quieren casarse y necesitan una casa y un trabajo, el amor del que quiere estudiar y necesita escuelas y libros, el amor de quien se dedica a la propia empresa y necesita caminos y vías, reglas seguras…
Por la mañana, cuando nos levantamos, por la noche cuando vamos a dormir, en casa, en la oficina, en la escuela, por la calle, podemos encontrar siempre ocasiones de servir, y de agradecer cuando, a nuestra vez, somos servidos.
Hagamos todo por Jesús en los hermanos, no dejando de lado a nadie y, más aún, siendo nosotros los primeros en amar, tomando la iniciativa.
¡Sirvamos a todos! Es la única manera de que seamos “grandes”.

Chiara Lubich

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