La noticia de que el Papa había sido internado, que suscitó sorpresa y trepidación, llegó poco antes de la conclusión del 29� Congreso espiritual de los Obispos amigos del Movimiento de los Focolares, reunidos en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo, del 19 al 25 de febrero de 2005.

Antes de su regreso enviaron al Papa el siguiente mensaje: Queridísimo Santo Padre, antes de regresar de Castelgandolfo, queremos hacerle llegar un calurosísimo saludo junto con los más vivos augurios de una pronta recuperación. Unidos a toda la Iglesia, en incesante oración, junto a María Santísima, pedimos para usted gracias especialísimas y el consuelo del Espíritu Consolador. Gracias, Santo Padre, por el luminoso ejemplo de fe y de amor con el que afronta la prueba. �Gracias por su ministerio, que es todo un don!”.

Una característica relevante de estos días ha sido precisamente el intercambio de mensajes con el Papa. Una inesperada carta firmada por él, en estos días de enfermedad, dirigida al Card. Miloslav Vlk, promotor del encuentro, ha dado una entonación fuerte e incisiva al Congreso. “Verdaderamente, Usted es quien ‘más ama’ y ‘confirma a los hermanos’…” escribieron como respuesta los Obispos.

Juan Pablo II dirigió un pensamiento especial a Chiara Lubich, expresándole su “reconocimiento por el testimonio evangélico que el Movimiento ofrece en tantas partes del mundo”. Refiriéndose al tema del congreso: “La presencia del Resucitado en medio de su pueblo: principio vital de la Iglesia del tercer milenio” – el Papa animó a los Obispos a “dar testimonio en la sociedad de hoy de la presencia de Cristo resucitado, centro de la Iglesia” y dijo estar convencido de que de una reunión basada en este “principio vital” no puede no surgir una “renovada vitalidad apostólica” y una “audacia misionera” que respondan a los retos de nuestros tiempos. Seguidamente invitó a los participantes a ser “signos elocuentes” del amor del Señor crucificado y resucitado, presente en el sacramento de la Eucaristía, y “artífices de su paz en todos los ambientes”.

Retomando el llamado del Papa, las intervenciones de los Obispos, quienes han transcurrido días de intensa fraternidad, han dado voz a los numerosos sufrimientos de la humanidad: guerras, hambre, enfermedades, situaciones políticas y económicas precarias; pero al mismo tiempo han transmitido una fe todavía más grande en la acción de Dios que conduce a una acción decidida e iluminada. Así dijo el Obispo Simón Ntamwana de Burundi, quien habló de cómo el episcopado del país trabaja para crear, después de los años difíciles vividos en Burundi, una cultura de paz y de reconciliación. Un Obispo de Centroamérica, sostenido por lo que había experimentado en el Congreso del año pasado, comunicó cómo, a partir de la espiritualidad de comunión, ha logrado desarrollar una sorprendente función de pacificación entre los políticos. Un Obispo de Tanzania, Desiderius Rwoma, habló de la difusión del Evangelio a través de la constitución de pequeñas comunidades cristianas, formadas espiritualmente, que han empezado a atraer a numerosas personas todavía alejadas del cristianismo.

Profundizando en la promesa de Jesús de estar presenta allí “donde o tres están unidos en Su nombre” (cf. Mt. 18, 20), Chiara Lubich en su intervención –leída por Natalia Dallapiccola, una de sus primeras compañeras, subrayó: “Jesús resucitado no es una presencia estática” sino que actúa como “principio unificador”, y por lo tanto activo: el amor”. “Pero esto –agregó- exige la respuesta del hombre”. “Por lo tanto toda división en la comunidad va contra su naturaleza”, es más, “por ella se altera la profunda identidad de la comunidad que es Cristo presente… He aquí el por qué la Iglesia, a veces, no es amada”. Por lo tanto es necesario llevar, cada vez más, las relaciones de los creyentes “a la reciprocidad, a la comunión, que hace ‘visible’ al Señor”.

Conscientes de la actual situación mundial, los Obispos presentes se mostraron profundamente sensibles a estas afirmaciones que en los días siguientes fueron profundizados mediante una serie de reflexiones culturales del filósofo Giuseppe María Zanghì sobre el vuelco histórico en acto y su desarrollo en el ámbito académico con hindúes y budistas; de los teólogos Hubertus Blaumeiser y Brendan Leahy sobre los aspectos de una nueva comprensión de la Iglesia que tenga como centro la presencia del Resucitado en medio de los suyos; de la socióloga brasileña Vera Araujo sobre la persona en la sociedad global.

Estos aportes de reflexión han sido el marco para los testimonios de Obispos, sacerdotes y laicos sobre la “renovada vitalidad apostólica” que suscita la presencia del Resucitado. La dimensión ecuménica fue abierta con experiencias sobre el diálogo de la vida entre Obispos de distintas Iglesias y sobre el camino de comunión entre movimientos y comunidades, hecho visible en Stuttgart, en la gran manifestación de mayo pasado “juntos por Europa”, sobre la cual intervino el pastor evangélico Friedrich Ashoff.

La dimensión política fue ilustrada por Lucía Crepaz presidente del “Movimiento político por la unidad”, que, a partir de la experiencia de varias décadas de este Movimiento, ha trazado la identidad de una acción política entendida como servicio a la sociedad y, eligiendo como método el diálogo, sabe tejer, sin exclusiones, una “red entre las diversidades”.

Un gran interés, en este momento de fuerte crisis de la institución familiar, la suscitó el anuncio del “Familyfest” del 16 de abril próximo, por parte de Annamaria y Danilo Zanzucchi, responsables del Movimiento Familias Nuevas de los Focolares, dirigido a dar visibilidad a la realidad de la familia según el designio de Dios en el marco de los retos actuales. Muchos obispos han expresado su deseo de cooperar a la realización de los Familyfest que se desarrollarán en sus naciones. De hecho están previstos 120 en todo el mundo, conectados en una transmisión televisiva en directo con Roma.

“Aquí he advertido un Evangelio fresco”, declaró en el momento de las conclusiones uno de los 20 participantes de África presentes, el Obispos Jean Ntagwarara de Burundi expresando una convicción compartida por numerosos de sus hermanos: “Vivir la espiritualidad de comunión es el remedio para sanar las tantas heridas de nuestro pueblo”. Así se expresó el Obispo Giovanni Dettori, de Cerdeña: “Esta unidad me da fuerza: se siente que somos un corazón y un alma sola”. La constatación más frecuente de los participantes era, de hecho, la de haber experimentado en los días del Congreso a “Jesús vivo”, no sólo el de hace 2000 años, sino el Jesús que todavía hoy toca los corazones y mueve mentes y brazos para actuar en un modo conforma a su Evangelio, expresando el don de su amor entre los hermanos.

Momentos particularmente intensos, en el contexto de este año dedicado a la Eucaristía, fueron las concelebraciones animadas, día tras día, por Obispos de un continente diferente con elementos característicos de su cultura.

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