Un grupo de jóvenes del Movimiento de los Focolares, entre los cuales algunos europeos y algunos indonesios, salieron de viaje desde Singapur a la provincia de Aceh, en el norte de Sumatra, Indonesia. Reportamos algunos fragmentos de su diario de viaje:

«El objetivo de nuestro viaje es verificar personalmente las necesidades de las zonas afectadas y entender qué podemos hacer concretamente, como Movimiento de los Focolares, en el lugar, por las víctimas del maremoto. Ha sido una experiencia imborrable, en la que hemos ido para dar y hemos recibido mucho más. Regresando alguien nos dijo que nos había visto volver como personas que vienen de una peregrinación en un lugar sagrado.

Nuestro grupo es variado: asiáticos, de Singapur y de la misma Indonesia, y también algún europeo; cristianos, musulmanes y personas sin una referencia religiosa. Juntos hemos ido a Indonesia, un mosaico de culturas.

La nieta del rey
En Aceh, a nuestro grupo se agrega una pareja del lugar –ella indonesia, él inglés- quien nos sirve de guía. El abuelo de ella fue el último rey de los Segli, en la región este de Aceh. Su participación en el grupo es providencial, porque nos abren muchas puertas.

A., llamada afectuosamente por nosotros “princesa” –la nieta del rey- durante el viaje nos cuenta de su familia. “Hasta mediados del siglo pasado Aceh tuvo varios sultanatos y reinos. Mi abuelo gobernaba uno: era el “Raja” (rey) de los Sigli, y fue asesinado en 1950 cuando Indonesia adquirió la independencia de los holandeses, formando una única nación con las 16.000 islas del archipiélago”.

Desde entonces se formó un grupo armado, el GAM (Movimiento por Aceh Libre), que mediante continuas acciones guerrilleras combate por la independencia del país. Los frecuentes choques entre el ejército regular indonesio y el grupo de la guerrilla armada crean inseguridad y tensión en el pueblo, que fuera de esta región es más desconocido que amado más objeto de prejuicios que de un sentimiento común de nacionalidad, y Aceh es vista como una zona peligrosa.
Después de este viaje hemos descubierto a los habitantes de Aceh: verdaderos hermanos, llenos de una gran riqueza espiritual.

Un encuentro con el dolor y con la vida
Encontramos muchísima gente: niños, religiosos, profesores, policías, la gente en los campamentos donde se han refugiado cientos y cientos de familias, los pescadores –la categoría más afectada por el tsunami que destruyó sea las barcas que las redes. Escuchamos sus historias de vida y sus necesidades y nos entra una sensación de desaliento ante tanto dolor y tantas necesidades. Pero vamos adelante, con paz. Recordamos que es Jesús en los hermanos quien nos dice: “Tenía necesidad de una barca y de redes para poder vivir y tú me las procuraste…”.

Nos sorprende la generosidad de la gente, que olvida su propio dolor para pensar en nosotros, extranjeros desconocidos: un muchacho, con su espada, corta de la palma un coco para cada uno, y nos ofrece la exquisita bebida.

Llorar juntos
En la aldea de Kampung Cina encontramos una joven señora musulmana que precisamente en ese momento había ido a ver su casa por primera vez después del desastre. Estaba por el suelo: �había perdido al marido y a 8 hijos! Nos contó, llorando, que mientras escapaba llevando en brazos al más pequeño de pocos meses, de repente vio a otros dos de sus hijos en peligro y regresó para socorrerlos. Pero en ese momento escuchó los gritos del pequeñito que se le había escapado de la mano arrastrado por las aguas. Otra ola altísima llegó arrastrando sus otros dos hijos. En medio del remolino de agua perdió el sentido y despertó encima de un cocotero. Quedamos petrificados al escucharla: era imposible decirle siquiera una palabra. No sabiendo qué hacer, cómo consolarla, la abrazamos y lloramos con ella.

Cuando entramos en la parte de la ciudad más afectada por el tsunami y en las aldeas de los alrededores �encontramos una total desolación! Casas vaciadas de todo por la violencia del agua, la mayor parte destruidas y con montañas de escombros encima, donde todavía se están recogiendo los cuerpos de las víctimas.

Ante la imposibilidad de exhumar los cuerpos, ponen encima una bandera, una por cada cuerpo que se piensa que está sepultado allí, en una especie de funeral improvisado por respeto a las vidas que no han de ser olvidadas.

A lo largo del camino que lleva al centro de la ciudad, a más o menos 3 Km. del mar, dos grandes barcos (de 350 toneladas cada uno) están encima de un hotel. Permanecerán como un monumento, recuerdo de esta gran tragedia.

Pero el dolor más intenso es ver la punta extrema de Banda Aceh, donde la furia del mar descargó toda su potencia, afectando en todas las direcciones y destruyendo todo. Es una especie de península estrecha, con mar por todas partes. Quedó sólo el pavimento de las casas, junto con una montaña de escombros. Ningún signo de vida.

Hemos hecho un recorrido de dos horas con el carro en el más profundo silencio, enmudecidos por la impotencia. Quizás era también una oración, meditación, el compartir un sufrimiento que grita sólo “por qué”. Hemos reconocido un rostro de Jesús Abandonado en la cruz –Él que asumió todos los dolores, las divisiones, los traumas de la humanidad -, y entonces también la certeza, aunque misteriosa, de Su Amor personal por cada uno.

Remangarse las mangas
Tratamos de darnos qué hacer: uno de nosotros trabaja en una empresa que comercializa redes de pesca. Podemos interesarnos concretamente por el problema. Hacemos cuentas: cuántas redes, cuánto hilo de pescar, cuánta madera para construir las barcas, posiblemente con motor, cuántas bicicletas para permitirle a los niños ir a la escuela, cuánto material escolar, cuánto dinero es necesario.

Ahora regresando podremos organizar la distribución de las ayudas recogidas, conociendo, una por una, las necesidades y los rostros de las personas que están detrás (hemos encontrado 953 pescadores).
Nos parece que hemos construido una familia con todos, cristianos y no. �Y es sólo el inicio!
Nuestra impresión es la de haber asistido a los milagros obrados por la solidaridad que este tsunami ha provocado en todo el mundo. Nos consta la generosidad de grupos, Ong’s, congregaciones… y �hay lugar para todos! Está en movimiento el lema nacional de Indonesia “Unidad en la diversidad”. Nos parece que este inmenso país, después de la terrible prueba, esté más cercano a la unidad».

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