Roxana y Susan, la primera es médico, la segunda ingeniero: ambas chiítas iraníes, han conocido el Movimiento de los Focolares en 1990 y desde entonces colaboran con el mismo. La de ellas es una historia singular, así narrada por Roxana: «Cuando estalló la revolución en nuestro país, teníamos 12 años y nos lanzamos con entusiasmo a trabajar por la paz y para que ya no hubiesen más pobres en nuestra sociedad. Pero nos sentíamos pequeñas ante una problemática tan grande: incluso nuestra fe vacilaba y poco a poco nos fuimos alejando de la práctica religiosa y de Dios. Después de graduarnos nos transferimos a Italia para continuar los estudios».

«Después del encuentro con los Focolares –cuenta Susan- hemos descubierto una nueva relación con Dios, nunca antes experimentada. Ese Dios, un tiempo tan lejano, ahora estaba vivo y nos acompañaba en cada momento. Poco a poco nació en nosotros el deseo de profundizar en nuestra religión. Hemos empezado a rezar».

Roxana describe con detalles el redescubrimiento del Islam que siguió: «Fue como si nuestra religión y la cultura de nuestro pueblo se iluminaran bajo una luz nueva. Por ejemplo, volviendo a leer algunas poesías escritas a lo largo de los siglos, hemos encontrado allí la presencia de Dios-Amor: esas palabras, tantas veces repetidas de memoria en la escuela y nunca entendidas, ahora adquirían pleno significado. Rumi, un poeta nuestro, escribe una bellísima poesía: “Con el amor las espinas se transforman en flores… con el amor, el dolor se convierte en alegría”. Un día pensé en escribir una carta a mi tío. Le hablé de cómo me sentía amada por Dios, no obstante los problemas que nunca faltan. Poco tiempo después recibí su respuesta: escribía que era bello sentir a Dios tan cerca y que en el Corán está escrito que Dios está dentro de nosotros como las venas de nuestro cuerpo. Me vinieron a la mente las palabras del Profeta (que la paz esté con Él) quien entre otras cosas dice: “A quien trata de acercarse a mi un palmo, lo acercaré codo; a quien se acerque un codo, yo me acercaré dos pasos, si alguien camina hacia mí, yo correré hacia él”. Me parecía que sólo había caminado hacia Dios y Él había corrido hacia mí, llenándome de su alegría y plenitud ».

Sacado de: Islam – Historias italianas de buena convivencia, de Luigi Accattoli, Ediciones Devoniane, Bolonia 2004, pp. 222

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