De la oración saco la fuerza para vivir por un mundo unido, y superar, en la vida de cada día, conflictos e injusticias. Hoy el mundo está lleno de odio, pero en varios puntos de la tierra se suplica por la paz con manifestaciones, oración y ayunos. Si vivimos en el amor podemos dar testimonio de que la fraternidad y la convivencia entre los pueblos es posible.

Tengo 18 años, soy de religión musulmana. Provengo de Somalia, vivo en Italia desde hace 7 años.

Con mi familia formo parte de un grupo de cristianos y musulmanes que se encuentran para dialogar y compartir las experiencias, en un clima de fraternidad.

Hace algún tiempo nos invitaron a participar, en Roma, en un gran encuentro de musulmanes que quieren vivir por un mundo unido. Recuerdo todavía esas bellísimas y profundas jornadas, con personas provenientes de todas partes del mundo, para hablar de la igualdad y del respeto recíproco entre las religiones y de la convivencia pacífica.

Recuerdo las palabras de Chiara Lubich: “Para que prevalezca el bien sobre el mal es necesario un esfuerzo común para crear en todo el planeta esa fraternidad universal en Dios, a cuya realización la humanidad está llamada. Fraternidad que, por sí sola, puede ser el alma, el motor de arranque de una distribución más justa de los bienes entre los pueblos y los Estados”.

En este encuentro, he aprendido nuevas formas de compartir la paz con todas las personas. Por ejemplo, el vecino, que vive debajo de nosotros a menudo venía molesto a tocarnos la puerta porque somos una familia numerosa y vivaz. Le explicamos con serenidad que tenemos dos niños pequeños y hemos tratado de resolver el problema, en la medida de lo posible, haciendo más silencio en la noche. Para hacerle sentir feliz, cuando recibimos víveres de más o carne de cerdo, hacemos un paquete y se lo regalamos.

Otra experiencia: mi profesora de italiano, en una lección hablaba del Islam y decía cosas muy negativas, que no correspondían a la verdad.  Yo no reaccioné en forma violenta, pero le expliqué que la religión islámica tiene como pilar la palabra “paz” y que el valor más grande es la libertad de seguir la ley de Dios. Al final ella dijo: “He entendido, ¡gracias! No conocía bien tu religión”.

(N.A. – Italia)

 

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