«El mensaje del Evangelio, vivido para personas que han compartido todo con nosotros, y junto a nosotros han buscado los medios de sustento, ha sido algo que nos ha liberado dentro, y nos ha abierto un nuevo horizonte, que nos ha llevado a hacer de nuestra vida un “santo viaje”, nos ha hecho ser “sujetos” de la transformácion de nuestro ambiente social»

Nací y vivo en la comunidad de la Isla Santa Terezinha, en la periferia de la ciudad de Recife en el Noreste de Brasil. Hace más de 30 años la llamavan «Isla del Infierno», por el grave abandono en el cual se vivía. Desde entonces el Movimiento de los Focolares desarrolla en esta comunidad una actividad de promoción social pero al mismo tiempo espiritual y cultural. A partir de la experiencia hecha por todos juntos, ha surgido la asociación de los habitantes de la Isla Santa Terezinha, de la que soy el Presidente desde hace 5 períodos consecutivos, con el objetivo de hacer vivir a los habitantes una experiencia comunitaria y los haga protagonistas del propio desarrollo.

Hemos elegido como lema la frase del Evangelio que dice: «Busquen primero el Reino de Dios y su justicia…». Poniendo en Dios nuestras fuerzas, el Evangelio se convirtió en la brújula de nuestras vidas ya que, en aquella época, viviendo en un país capitalista que todavía estaba bajo el régimen militar, casi todas las comunidades se orientaban hacia los partidos que habian elegido la lucha como única propuesta para superar las desigualdades sociales.
Nosotros en cambio estábamos siempre abiertos a dialogar con los administradores públicos, independientemente de su corriente partidista, manifestando claramente nuestra posición favorable como comunidad.

De este modo conseguimos grandes progresos y conquistas, como el saneamiento de un área que antes siempre se inundaba, cuando llovía o cuando había marea alta; para resolver el problema de la falta de vivienda empezamos la construcción de casas, con el apoyo del Estado; para combatir el analfabetismo logramos instituir una escuela primaria con 680 alumnos. Para detener el problema de la mortalidad infantil abrimos un ambulatorio en colaboración con la Gobernación de Recife y con el apoyo de organizaciones alemanas. Hemos abierto también un centro para la recuperación de la infancia desnutrida y para combatir la desocupación hemos creado una empresa de materiales de construcción de cemento, que da trabajo a 7 padres de familia. A través de la iniciativa de las adopciones a distancia surgió también una asociación de amparo a la infancia y a la adolescencia que hace un trabajo preventivo ocupando a los niños y adolescentes en el tiempo libre que les deja en horario escolar, ofreciéndoles una formación humana y una educación cívica.

El respeto y el reconocimiento de las autoridades competentes no tardaron a llegar: ellos no conocían la experiencia del Evangelio que nosotros estábamos viviendo «tras bambalinas», pero nos veían como una comunidad organizada y un pueblo que sabe luchar. El amor que nos impulsa invita a crecer, a mejorar. No podemos conformarnos con lo que hemos vivido ayer.

Con la apertura democrática han surgido sistemas de participación especiales: uno de ellos es el «Balance preventivo-participativo» según el cual las comunidades eligen los propios representantes para poder discutir con el Municipio y tratar el uso de parte de los recursos financieros que son destinados por el Alcalde y su junta. La ciudad está dividida en 6 áreas, llamadas «Regiones político-administrativas» y en ellas son elegidos los representantes como delegados de este balance de participación: en total 470.
En el curso de una asamblea realizada fuera de la Isla fui elegido como delegado de mí región para representarla en las negociaciones no sólo a mi comunidad sino también de los varios pueblos de la zona.

Tambien en el ejercicio de este mandato he tenido la oportunidad de esforzarme en ver a Jesús en el otro, siguiendo las palabras del Evangelio » Todo lo que hiciste a uno de estos pequeños, a mí me lo hiciste». Bastante fácil, cuando se trata de alguien que pertenece a mi comunidad, pero más difícil cuando se trata de alguien que no siempre actúa de acuerdo a las aspiraciones de los menos favorecidos. Tenía que trabajar por mi comunidad, pero al mismo tiempo guardar la relación con ellos, no sólo por diplomacia.

Un día en una reunión discutíamos la distribución de los financiamientos. Los delegados presentes querían incluir solamente las localidades de los delegados que participaban en la reunión. Recordando que debemos «amar la patria del otro como la propia» y, en este caso, amar la comunidad del otro como la propia, dije que no era justo sacrificar una comunidad sólo porque sus representantes no estaban presentes, y que no podíamos mirar sólo a las necesidades nuestras, sino también a las de los demás. Aceptaron mi propuesta. En otra ocasión en la que no pude estar presente por motivos de trabajo, se constató que los fondos que se habían destinado a una plaza de la Isla Santa Terezinha no eran suficientes. Aun sin mi presencia, los otros delegados reservaron una parte de los recursos para nuestra plaza.

Son varios los frutos de este trabajo conjunto: hemos logrado asfaltar las calles principales de la Isla, además de la construcción de la plaza; hemos obtenido maquinaria para nuestro centro sanitario y patrocinio para las manifestaciones culturales. Además, hemos logrado encaminar varias obras de construcción, en otros barrios y comunidades de la zona de Recife, junto a otros delegados a partir del balance común.

(J. – Recife)

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