He aquí algunos frutos de la Palabra. Pero todos los frutos aquí citados tienen su origen en un hecho. Como sabemos, la Palabra de Dios no es como las otras, no sólo puede ser escuchada, sino que tiene el poder de realizar lo que dice. La Palabra, que es una presencia de Cristo, genera a Cristo en nuestra alma y en las almas de los demás.

Es verdad: también antes de vivir la Palabra con radicalidad, si somos cristianos, tenemos la vida de Cristo en nosotros y con ella, sin dudas, la luz de Dios y también el amor, pero a menudo están encerradas, como en una crisálida.

Viviendo el Evangelio el amor irradia luz y la luz hace crecer el amor: la crisálida empieza a moverse, hasta que sale la mariposa. La mariposa es el pequeño Cristo que empieza a tomar lugar en nosotros y después crece cada vez más… para llenarnos cada vez más de Él.

Existe una magnífica descripción de Pablo VI sobre los efectos de la Palabra “¿Cómo se puede presentar a Cristo en las almas? A través del vehiculo y de la comunicación de la Palabra (…) pasa el pensamiento divino, pasa el Verbo, el Hijo de Dios hecho Hombre. Se podría afirmar que el Señor se encarna dentro de nosotros, cuando nosotros aceptamos que su Palabra venga (…) a vivir dentro de nosotros” .

 

Tomado de: Vivere. La Parola che rinnova – Editorial Città Nuova, Roma 2008

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