Un relato a dos voces: Tom, que nos ha dejado hace algunos años, y Jeanne, su esposa, que ha compartido con él esta experiencia.

“Mi campo de trabajo se estaba reduciendo, y habiendo ahorrado algo de dinero, pensé que era el momento de empezar una actividad propia. Precisamente en ese momento supe de la Economía de Comunión, y con mi esposa Jeanne nos sentimos atraídos en seguida por la posibilidad de ser responsables de proveer a las necesidades de nuestra familia sino también a las de muchos en el mundo”.

“Saber preparar y compartir la comida era tradicional en la familia Petrucci desde hacía varias generaciones, y fue así que decidimos abrir un restaurante en Camarillo, California: el Petrucci’s”.

Jeanne, quien trabajó los últimos años en el restaurante, describe cómo Tom administraba la empresa: “Quería dar a cada uno de sus colaboradores la posibilidad de mejorarse: si alguien había sido contratado como lavaplatos o chofer, pero quería aprender un trabajo de nivel superior, Tom le daba siempre la posibilidad de hacerlo; después si alguien se volvía experto en el nuevo trabajo y no había un cargo adecuado para él, no trataba de retenerlo en la empresa: muchos tenían una familia a quien sostener y Tom deseaba que pudieran mejorar y tener éxito”.

Tom escribía: “En nuestro restaurante tratamos de trabajar como si todo dependiese de nosotros, pero sabiendo que en realidad todo depende de Dios. Jean y yo sabemos muy bien que no tendremos nunca grandes ganancias, pero sentimos que logrando dar trabajo a diez personas, asegurando de este modo una entrada a diez familias, y además contribuyendo a reducir el problema de la pobreza, hemos logrado objetivos mucho más grandes que tienen sabor a eternidad”.

“Durante el breve espacio de meditación matutina escogemos un pensamiento clave para poner en práctica durante el día. A veces me bombardean miles de ideas sobre cómo administrar mejor el restaurante, sobre cómo ganar más, y así por el estilo, pero la unidad de los demás hace que me mantenga orientado en ‘lo que cuenta verdaderamente’. Este momento de la mañana vivido juntos refuerza en mi alma la decisión que con Jeanne tomamos cuando comenzamos con esta aventura: que es amar el momento presente y buscar la voluntad de Dios, no la nuestra. Cuando empezamos esta actividad sabíamos muy poco sobre cómo administrar un restaurante. Si tiene éxito, es porque está en Sus planes”.

“Desde el mes de apertura del restaurante, decidimos dar siempre una suma mensual para los pobres. Un acto de fe que nos ha ayudado a mantener siempre en el primer lugar la importancia del dar”.

(Tom y Jeanne Petrucci, de L’amore come piatto principale en Economía de Comunione, Revista  quadrimestrale, Anno X/n.2, noviembre 2004).

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