Como el Padre me ha enviado a mí…

Entre las divinas palabras que pronunció [Jesús], hay una que da vértigos si se la piensa pronunciada por Dios y permite comprender la excelencia de una elección.

Es una comparación paradójica, pero verdadera y cargada de misterio. Cristo la dirige a los que serían, en los siglos, sus sacerdotes: “Como el Padre me ha enviado a mí, yo los envío a ustedes” (Jn 20, 21). ¿Quién es, entonces, el sacerdote? Es aquel que Cristo ha elegido para continuarlo en el tiempo.

Lamentablemente a veces el sacerdote no es así. Por otra parte, si el sacerdote no es Cristo, es bien poco. Sus prédicas suenan vacías y las iglesias quedan desiertas. Porque la palabra que Cristo daba era él mismo.

Si el sacerdote primero vive lo que predica y luego habla, su palabra será Cristo y será, también él, otro Cristo. Entonces sus palabras arrastrarán multitudes y las iglesias se verán desbordadas. En efecto, no es la ciencia lo que hace al sacerdote, sino el carisma vivificado por el amor.

Chiara Lubich, El celibato sacerdotal, Città Nuova 14 (1970/3), p. 9

Extraido del libro: Come il Padre ha amato me… 365 pensieri per l’anno sacerdotale, Città nuova 2009
http://editrice.cittanuova.it/notizia.asp

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