“Educación: un acto de amor”: este es el título del Encuentro Pedagógico Internacional que tuvo lugar en Trento el 9 y 10 de octubre pasados. Fueron 420 los participantes, provenientes de toda Europa, con una representación de India y Argentina, Brasil, Cuba, Zimbabue y Burundi: dos días promovidos por EdU (Educación – Unidad), con el patrocinio de la Provincia de Trento y los representantes en Italia de la Comisión Europea.

EdU es una red formada por profesionales del mundo de la educación y de la formación, que promueve una reflexión y un trabajo de investigación dirigido a implementar una teoría de la educación que emerja del carisma de la unidad de Chiara Lubich.  Forman parte profesores universitarios y maestros de varios niveles escolares, estudiantes, administradores, que se confrontan sobre el papel de la persona como centro de los desafíos educativos, para experimentar de qué forma la educación y la formación no sólo simples “emergencias”, sino reales posibilidades para tender a esa fraternidad universal que realiza a la persona. Una prueba de ello es la impresión de Serena, estudiante de primer año de Ciencias de la Educación: “Considero muy interesantes las intervenciones de los relatores y los testimonios (…). Ha sido un momento para compartir, colaborar, conocernos y sobre todo, me ha dejado una sensación de tranquilidad y paz con todo y todos. ¡Este congreso nos quedará en el corazóa!”. Un entusiasmo compartido también Wiletov, polaco, con algunos años más. “Soy pedagogo desde hace 70 años, pero después de este congreso me siento como el sol, que mientras que no anochece puede dar calor”.

Se inició con el arte de amar, propuesto por Chiara Lubich en una videograbación. A partir de allí, en una conjugación de metodología y vida, siguieron momentos de trabajo con estudios sobre métodos e instrumentos, y fuertes testimonios que han demostrado la fuerza pedagógica del amor auténtico, dando ánimo y fuerza a cada uno para proponer los mismos métodos educativos en sus ambientes. Los participantes encontraron renovada confianza en el difícil oficio de educar, a juzgar por las consideraciones finales de algunos de los educadores presentes: “Gracias, porque este congreso me ha permitido dirigir la brújula”, “Para mí ha sido un examen de conciencia: ¿Quién soy yo? ¿Para qué educo?…”. “El educador es el primer destinatario de la educación misma”, “Llegué con un gran peso en el corazón: que ya no lograría enseñar. Ahora puedo volver a empezar”.

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