La pregunta de María, ante el anuncio del Ángel: "¿Cómo es posible esto?"  tuvo como respuesta: "Nada es imposible para Dios" y, como garantía de ello,  le viene presentado el ejemplo de Isabel, que en su ancianidad había concebido un hijo. María creyó y se convirtió en la Madre del Señor.
Dios es omnipotente: este apelativo suyo se encuentra frecuentemente en la Sagrada Escritura y es usado cuando se quiere expresar la potencia de Dios en el bendecir, en el juzgar, en el dirigir el curso de los acontecimientos, en el realizar sus designios.
Hay un solo límite a la omnipotencia de Dios: la libertad humana, que puede oponerse a la volontad Suya haciendo al hombre impotente, mientras que estaría llamado a compartir la misma fuerza de Dios.

"Nada es imposible para Dios"

   
[…] Es una Palabra que nos abre a una confianza ilimitada en el amor de Dios-Padre, porque, si Dios existe y su ser es Amor, la confianza completa en Él no es sino la lógica consecuencia.
   
Todas las gracias están en su poder: temporales y espirituales, posibles e imposibles. Y Él le da a quien le pide y también a quien no le pide, porque, como dice el Evangelio, Él, el Padre, "hace surgir su sol sobre los malos y los buenos"  y a todos nos pide que actuemos como Él, con el mismo amor universal, sostenido por la fe en que:
   
"Nada es imposible para Dios"

¿Como vivir entonces esta Palabra en la vida de cada día?
Todos nosotros debemos afrontar de vez en cuando situaciones difíciles, dolorosas, tanto en nuestra vida personal, como en las relaciones con los demás. Y experimentamos a veces toda nuestra impotencia porque advertimos en nosotros apegos a cosas y a personas que nos hacen esclavos de ataduras de las que querríamos liberarnos. Nos encontramos a menudo frente a los muros de la indiferencia y del egoísmo y sentimos que se nos caen los brazos frente a acontecimientos que parecen sobrepasarnos.
Pues bien, en estos momentos, la Palabra de vida nos puede ser de ayuda. Jesús nos deja hacer la experiencia de nuestra incapacidad, no para desanimarnos, sino para ayudarnos a comprender mejor que  "nada es imposible para Dios"; para prepararnos a experimentar la extraordinaria potencia de su gracia, que se manifiesta precisamente cuando vemos que con nuestras pobres fuerzas no podemos salir victoriosos.

"Nada es imposible para Dios"

Repitiéndonos esto en los momentos más críticos, nos vendrá, de la Palabra de Dios, esa energía que ella encierra en sí, haciéndonos partícipes, en algún modo, de la misma omnipotencia de Dios. Pero con una condición, que vivamos su voluntad, tratando de irradiar a nuestro alrededor ese amor que está depositado en nuestros corazones. Así estaremos al unísono con el Amor omnipotente de Dios por sus criaturas, para el cual todo es posible, que coopera a realizar sus planes sobre cada una de las personas y sobre la Humanidad.
Pero hay un momento especial para poder vivir esta Palabra y para poder experimentar toda su eficacia: el momento de la oración.
Jesús dijo que  cualquier cosa pidiéramos al Padre en su nombre Él nos la concedería. Probemos entonces a pedirle lo que más tengamos dentro del corazón, con la certeza, de la fe, de que nada es imposible para Él: desde la solución de casos desesperados, a la paz en el mundo; desde la curación de las enfermedades graves, a la recomposición de conflictos familiares y sociales.
Si, además, somos más los que pedimos la misma cosa, en pleno acuerdo por el amor recíproco, entonces es Jesús en persona en medio de nosotros quien reza al Padre y, según su promesa, obtendremos.
Con tal fe en la omnipotencia de Dios y en su Amor, también nosotras pedimos un día para N. que aquel tumor, visto en  una radiografia, "desapareciera", como si hubiese sido un error o un fantasma. Y así fue.
Esta confianza ilimitada que nos hace sentir en los brazos de un Padre al cual todo le es posible, debe acompañar siempre los acontecimientos de nuestra vida. No quiere decir que obtendremos siempre lo que pidamos. Su omnipotencia es la de un Padre y la usa siempre y solamente para el bien de sus hijos, sea que ellos lo sepan o no. Lo importante es vivir cultivando la certeza de que para Dios nada es imposible y esto hará que experimentemos  una paz jamás probada.

Chiara Lubich
 

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