El domingo 27 de febrero 2011 S.E. Mons. Mario Meini, obispo de Fiésole presidirá, en Loppiano, la ceremonia de clausura de la fase diocesana del proceso de beatificación y canonización de Renata Borlone, focolarina co-responsable de la ciudadela de los Focolares durante más de 20 años (1967/1990). Con la misma se dará inicio a la fase romana ante la Congregación para la Causa de los Santos.

La conclusión del proceso llega después de un intenso y precioso trabajo del Tribunal diocesano para escuchar a los testigos y a quienes recogieron toda la documentación posible para conocer su vida, sus virtudes y su fama de santidad.

Renata nace el 30 de mayo de 1930 en Civitavecchia. Transcurre una infancia serena, rodeada del amor de los suyos, en una familia rica de valores humanos. En continua búsqueda de la verdad, se inscribe en la Facultad de Química: aspira a “trabajar en un laboratorio y colaborar con el descubrimiento de algo grande”. A la edad de 19 años encuentra el Movimiento de los Focolares: “Mientras una joven focolarina hablaba de la nueva vida evangélica nacida en esos años en Trento, advertí en mi ser que Dios existe, que Dios me ama inmensamente”. La inunda una luz profunda:  ¡es ese Dios-Verdad que buscaba! Renata decide darle su vida a Él. Dos meses después conoce a Chiara Lubich quien le confirma el llamado a seguir a Dios y a vivir por el “que todos sean uno” (cf Jn. 17,21). Empieza así su extraordinaria aventura que por 40 años la ve orientada a dar testimonio del Evangelio por doquier, contribuyendo a edificar esta nueva obra de la Iglesia.

En 1967 llega a Loppiano, donde en la más radical fidelidad al Carisma de la Unidad contribuye en forma única al desarrollo de la ciudadela de los Focolares; siendo guía segura para más de mil jóvenes que se encaminan por la vía del focolar.

Con 59 años, recibe el anuncio de una grave enfermedad. La ilumina una frase del Evangelio “Quien cree en mí no morirá eternamente” y así transforma la última parte de su camino terrenal en un himno extraordinario a la Vida. Aun en medio del sufrimiento, Renata repite hasta el último instante: “Estoy feliz, quiero testimoniar quela muerte es Vida”. El 27 de febrero se apaga serenamente.

Renata ha sido un don especialísimo para muchos y lo sigue siendo llevándonos a creer que es posible hacer algo más para mejorar el mundo. Quien tuvo la fortuna de conocerla pudo experimentar la cercanía de un Dios que es Amor, una maternidad espiritual que sabe acoger y siempre perdona.

Galería fotográfica – Renata Borlone

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