Cuando desde la azulísima costa del golfo de Beirut, contemplaba la ciudad sobre las colinas sembradas de millares de casitas, y reanudamos el vuelo hacia el mar y las colinas, no creía que Jerusalén y los Santos Lugares iban a incidir de este modo en mi espíritu.

El camino que conduce a Jerusalén está rodeado de rebaños que están pastando.

De repente nos dicen que tenemos que bajar porque los vehículos no pueden proseguir, hacia allá hay que subir a pie, por una vieja calle de Jerusalén, en cuesta, que cada tanto varía con alguna escalerita de piedra. Es el camino del Vía Crucis, el que Jesús hizo entonces.

El recinto interno de la Torre Antonia, el Litostrofo es el lugar donde Jesús fue flagelado, ahora forma el pavimento de la Iglesita de la Flagelación, muchas ruinas de la época enmarcan el ambiente.

Aquí está la escalinata, todavía bien conservada, a la intemperie, bajo el cielo entre el verde de los prados que la rodean y las plantas. Aquí el Maestro, ya cerca de la muerte, con el corazón lleno de ternura hacia sus discípulos ciertamente elegidos por el Cielo, pero todavía frágiles e incapaces de comprender, oró a nombre suyo y de todos aquellos por quienes había venido y estaba dispuesto a morir.

« Padre Santo que todos sean uno… Como Tú me has amado».

El Getsemaní y el huerto, espléndido jardín, me hizo permanecer recogida y dolorida en la pulcra iglesia decorada con gusto, iluminada de violeta, en el centro encierra una piedra enrojecida hoy por una luz, un tiempo por la sangre de Jesús. Me parecía estar viendo a Jesús pero no osaba imaginarlo.

Cerca de la muralla tumbas, tumbas y tumbas, también en el valle de Josafat, dan la impresión de una Resurrección que no tuvo lugar, porque miles de lápidas están allí en el suelo de algún modo, derechas, volcadas o partidas como fruto de las guerras pasadas.

Los lugares los tengo profundamente grabados: Betfagé, el Gallicantus, el lugar de la Asunción de la Virgen; el lugar de la Ascensión.

Jerusalén también bajo el sol oriental se ve llena de luz. Te ofrece todavía hoy una enorme explanada, terriblemente vacía donde una vez se erigía el magnífico Tempo. Vacía, vacía, sólo hay una mezquita, que robusta se encuentra allí, incapaz de borrar las palabras de Cristo: «De ti no quedará piedra sobre piedra».

Betania la vi a pleno sol, subiendo por los callejones que llevan a la tumba de Lázaro,  me parecía escuchar las palabras de Jesús a Marta “Una sola cosa es necesaria…”.

“Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”: Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, no morirá para siempre”.

«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.» ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Dijo le Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Rostros sombríos bajo un turbante blanco o descubiertos, hombres resignados, o poco resignados a esa vida de miseria, rostros invisibles cubiertos con un velo negro, de mujeres.

Jesús fue conducido por el espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Si eres tú el hijo de Dios manda que estas piedras se transformen en pan. Si tú eres el hijo de Dios, lánzate desde acá arriba.  Te daré todas estas cosas, si tú te postras ante mí y me adoras. Pero Jesús le respondió: “Vete Satanás porque está escrito, al Señor Dios adorarás y sólo a Él servirás”.

En esos días Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán y mientras salía del agua vio abrirse los cielos de par en par y el Espíritu bajar sobre Él, en forma de paloma. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.

Jesús entrado en Jericó, iba pasando por la ciudad. Entonces Zaqueo corrió y se subió a un árbol sicómoro para verle.  Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.  He aquí, Señor, la mitad de mis bienes la doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa. El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Y tú Belén, tierra de Judea, no eres la más pequeña entre las principales ciudades de Judea porque de ti saldrá un conductor que deberá regir a mi pueblo Israel.

Y cada piedra decía una palabra, mucho más que una palabra, hasta que, al final, me sentía toda inundada, toda llena de la presencia de Jesús. Recuerdo con claridad el haberme literalmente olvidado de mi patria, de mis conocidos, de mis amigos, de todo. Me veía inmóvil y estática, espiritualmente petrificada entre estas piedras, sin otra cosa que hacer que adorar. ¡Adorar con el alma fija en el Hombre Dios que aquellas piedras me habían explicado, revelado, cantado, exaltado!

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