Tocigi, 15 de marzo de 2011

Queridos:

¡Gracias de todo corazón por su amor y sus saludos! ¡Les digo enseguida que mi familia y yo,  y mis parientes, estamos vivos! Vivimos en Tocigi, a 300 Km al norte de Tokio.

El 11 de marzo estaba con un amigo haciendo compras, cuando repentinamente empezó el terremoto cada vez más fuerte: una sacudida de séptimo grado en la escala sísmica japonesa. ¡Casi todos los productos del supermercado se cayeron y luego se fue la luz! Las lámparas de neón se cayeron rompiéndose en pedazos.

Salimos a la calle, esperamos un rato y después fuimos a buscar el auto al parqueo. Los pilares estaban todos agrietados. La calle estaba llena de automóbiles y de gente. No funcionaban los semáforos. Nos entró el pánico. En el auto se sentían todavía las sacudidas.

Después de casi una hora llegamos a casa. El techo estaba casi partido en dos y se le habían formado muchas grietas. En el cementerio las tumbas estaban todas rotas.

Mi papá y mi hermano, que trabajan en el municipio no lograban volver a casa. Están trabajando para los ciudadanos, tratando de escuchar a la gente, yendo de casa en casa a ayudar, visitando a los ancianos que viven solos, etc. Ayer por la noche finalmente lograron regresar, pero esta mañana volvieron a salir.

Un amigo mío trabaja en una empresa, pero que en momentos de emergencia forma parte de los bomberos. Ayer con los demás estuvo poniendo sacos de arena para contener el continuo peligro de derrumbes. ¡Son héroes!

Nuestros vecinos se refugiaron ayer por la noche en una escuela primaria cerca de mi casa. Las tiendas están cerradas, también las gasolineras están cerradas: “¡Todo está agotado!”.

Durante cuatro días vivimos sin agua y sin electricidad, sólo a las tres de la mañana volvió la luz. ¡Pero tenemos comida, camas y la casa!

Cuando sucedió el terremoto me acordé de la experiencia de Chiara Lubich en la guerra. Todo se derrumba, pero Dios permanece. ¡Si tengo a Dios lo tengo todo! He hecho una experiencia realmente profunda.

¡La familia del focolar está bien! Los parientes de una focolarina viven en una ciudad muy dañada y ella no lograba contactarlos, pero hoy supo que todos están bien. ¡Demos gracias a Dios!

En la zona del epicentro viven algunos de mis amigos. Una de ellos se salvó pero no sabemos dónde está su familia… Cerca de allí están las centrales nucleares. Ya hubo una gran explosión con enorme riesgo por la radioactividad. Las noticas nos están diciendo que las víctimas aumentarán. Hubo también una explosión de hidrógeno.

Hoy empiezan los cortes programados de energía eléctrica que proseguirán hasta abril.

Por el momento los muertos son más de 7.200 y los desaparecidos 5.000. Una ciudad prácticamente desapareció después del paso del tsunami. Un gimnasio cerca del epicentro se convirtió en una cámara mortuoria.

En esta situación dramática, está surgiendo un fuerte vínculo entre todos y nos ayudamos recíprocamente. Con los vecinos de casa intercambiamos alimentos, candelas, etc. Hoy mi mamá se ofreció como voluntaria para la ciudad.

¡Gracias de nuevo por su cercanía y oraciones!

Hiromi Onuki (Redi)

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