Rafael Tronquini

Tus recuerdos de Juan Pablo II en los últimos años de sufrimiento. ¿Qué testimonio te ha dado el Papa en ese período?

Recuerdo sobre todo el último año. Muchas noticias en los medios de comunicación. Muchas imágenes del Para que no lograba hablar bien. Pero, era fortísimo su amor por mí y por todos los jóvenes del mundo. Juan Pablo II es el primer Papa que conocí. En el 2005 tenía 21 años y el Papa era como un abuelo para mí, por su sabiduría. Y… ¡un gran compañero de viaje! Decía muchas cosas bellas. En los grupos de jóvenes de la parroquia se hablaba mucho de él como un ejemplo de una persona que, en situaciones dolorosas, seguía amando.

Quise adherir a su invitación durante la JMJ de Canadá en el 2002, en Toronto, e igualmente participé en la JMJ de Colonia, en el 2007. Para mí fue experimentar la unidad de la Iglesia. Siento que tengo que agradecer a Juan Pablo II por la propuesta dirigida a todos nosotros jóvenes de vivir juntos ese inolvidable encuentro y delante de su tumba agradecí a Dios por el don de su vida. Después de la JMJ entendí muchas cosas, pero sobre todo me decidí a seguir a Jesús en las alegrías y en los dolores de cada día.

El Papa trataba de encontrar a Dios/Jesús en el sufrimiento: ¿puedes decirnos algo de esta idea?

Me recuerda el camino de Cristo, muerto en la cruz y, después, resucitado. Cada día, si amamos como Jesús, podemos hacer la experiencia de la resurrección. Cuando llegué a casa, a Brasil, después de la JMJ de Alemania, supe que mi abuela estaba muy enferma. ¿Qué hacer? ¿Qué decir? En ese momento me recordé de Juan Pablo II, de cómo había vivido su experiencia de sufrimiento. Mi abuela murió después de pocos días. Para mí se trataba de una situación nueva: perder ese mismo año a Juan Pablo II y a la abuela, dos personas que, si bien en forma muy diferente, amaba mucho. Pienso que, en la realidad de la enfermedad, no se deben buscar respuestas sin amar. Es necesario amar y encontrar a Dios en los enfermos, ofrecer todo a Jesús muerto en la cruz por amor.

El día de la muerte del Papa, mi hermana me llamó al trabajo llorando. No entendía lo que decía, pero intuía que era una mala noticia. Después clarísimo: Juan Pablo II se apagó. También yo me puse a llorar, pero agradecí a Dios por el impulso que el Papa le había dado a mi vida.

¿También ustedes tienen el ideal de “Jesús Abandonado”? ¿Qué significa esto para ustedes?

Sí, vivo la espiritualidad de la unidad del Movimiento de los Focolares y Jesús abandonado es nuestro único tesoro. Para mí significa elegir a Jesús en el dolor de su abandono, en su nada, en su grito: “¿Por qué me has abandonado?”. Elegir ese momento en el que, haciéndose nada, amó con toda su alma a la humanidad. Entonces, después cuando estudio, o, cuando estoy cansado después de una jornada de trabajo, recuerdo que debo preferir el cansancio porque es un rostro de Jesús abandonado. También a la hora de vencer las tentaciones para ser un cristiano íntegro, o, en los errores que cometo, “son” Jesús Abandonado. De este modo siempre le ofrezco a Él, en las oraciones de la noche, todos mis dolores, porque Él asumió en sí todo, nuestros límites y fracasos los Y Él es la unidad.

(A cargo de Corinna Muehlstedt, para la Radio Bavarese – 18 de marzo de 2011)

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