Así escribe Chiara en su diario:

“La ‘corona de espinas’ –así llamó el cardenal Arms (entonces arzobispo) de Sao Pablo, el cinturón de pobreza y miseria que rodea la ciudad que pulula de rascacielos- es el gran problema de estas tierras en vías de desarrollo, uno de los más grandes problemas de nuestro planeta, ante el cual nosotros podemos hacer siempre poco, pero Dios, que es Padre, puede hacerse cargo de resolverlo, también por nuestra fe de hijos suyos. Dios todo lo puede. Lo debemos esperar y hace falta rezar.
La ciudad de Sao Pablo: en 1900 era una aldea. Ahora ya no es una selva sino un bosque de rascacielos. Tanto puede hacer el capital sólo en manos de algunos y la explotación de otros.
Pero ¿por qué tanta potencia no se orienta a la solución de los inmensos problemas de Brasil? Porque falta el amor al hermano, dominan los intereses, el egoísmo.
Debemos crecer, hasta que el bien camine por sí mismo. Y la esperanza está y –quisiera decir- la seguridad”.

El 29 de mayo de 1991, ante alrededor de 650 empresarios, trabajadores, jóvenes, provenientes de todo Brasil, reunidos en la ciudadela “Ginetta”, Chiara lanzó la idea madurada en esos días:

“Aquí deberían surgir industrias, empresas cuyas utilidades se podrían poner libremente en común con las mismas finalidades de la comunidad cristiana: primero que nada para ayudar a los que pasan necesidad, ofrecerles un trabajo, en fin, hacer de modo que no haya ningún indigente. Después las utilidades servirían para desarrollar la empresa y las estructuras de la ciudadela, para que pueda formar hombres nuevos: ¡sin hombres nuevos no se hace una sociedad nueva! Sería necesario asociar a muchas personas que podrían convertirse en accionistas, aunque sea con cuotas mínimas. También los jóvenes con pequeñas iniciativas podrían recoger una cuota para formar parte de la sociedad que hará nacer esta ciudad industrial. Una ciudadela así, aquí en Brasil, con esta llaga de desigualdad entre ricos y pobres, podría constituirse en un faro y una esperanza”.

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