«En la RDA, después del giro del 1989, no siendo ya gratuita la participación en las asociaciones deportivas, como consecuencia del recorte de las subvenciones, muchos jóvenes pasaban a los ambientes neonazis. Y nadie hacía nada. Desesperado, fui incluso al sacerdote católico, con el que nunca antes en mi vida había tenido relación, para contárselo: ¿Por qué la iglesia no hace nada?». Es un entrenador de Sajonia, en Alemania oriental, quien describe el inicio de una ya larga amistad con un sacerdote católico, aún sin tener un determinado credo religioso.

Cambio de escena. Un ex-oficial de la armada del pueblo y después, profesor de instituto superior de la seguridad, es decir, de los servicios secretos de la RDA, participa en el 50º aniversario de su examen de selectividad y encuentra un colega de clase, que había tomado un camino completamente distinto. Se había hecho cura. Pero la diversidad de sus caminos no obstaculiza la amistad que comienza a surgir, es más, la favorece.

El profesor, de hecho, ha iniciado ya en los últimos años de la RDA una búsqueda intelectual y por esto, fue eliminado de su puesto de trabajo. Su concepción de una sociedad socialista no es compatible con los intereses del sistema de poder.

Centro Mariápolis de Zwochau

Como otros, también los dos personajes, el entrenador y el profesor de seguridad del estado, han encontrado posteriormente perspectivas nuevas en los encuentros del Movimiento de los focolares. Así, en el pasado mayo han participado en el encuentro entre cristianos y personas sin una referencia a una fe religiosa en el Centro Mariápolis de Zwochau, cerca de Lipsia, (5 – 9 mayo 2011).

Han participado también Claretta dal Rí, Nella Ammes y Franz Kronreif del centro del “diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento. Este centro en Rocca di Papa coordina y desarrolla, a nivel mundial, el camino común de personas, con y sin referencias religiosas, sobre la base de valores comunes y de un respeto recíproco, que nace del amor. Nadie trata de ‘tirar’ al otro a su propia ‘costa’ de visión del mundo.
Las así llamadas “nuevas regiones” de Alemania son un terreno fértil para este tipo de diálogo. En pocas partes del mundo, el hecho religioso tiene un rol tan insignificante en la vida de las personas. Sólo el 15-18% de las personas están bautizadas en una de las iglesias cristianas, 1’80% no tiene ninguna afinidad con cualquier religión, que tenga una tendencia creciente.

Como demuestran los dos ejemplos, no hay enemistad contra la religión o las iglesias. Hay puntos de encuentro cuando se trata de cuestiones y valores comunes. Los contenidos más centrales de la religión encuentran incluso interés y suscitan asombro. Para la mayoría, son simplemente desconocidos. Se requiere un diálogo con una gran sensibilidad, que permita descubrir los valores y los ideales del otro y encontrar un lenguaje que logre vehicular los tesoros de la una y de la otra parte.
« Nuestro objetivo es el mundo unido. No seremos todos cristianos. La dimensión es mucho más grande (…). Lo único que cuenta es el amor».

Así, Chiara Lubich hablaba del diálogo a los miembros del Movimiento. Cuánto estas personas «religiosamente desarmónicas», para usar un término de Max Weber, comparten esta visión de la vida, construir, es decir, un mundo unido en la fraternidad, lo evidencia un momento del encuentro de Zwochau. Un escritor y una periodista, habían vuelto de un crucero de algunas semanas. Los objetivos y los contenidos del Movimiento, les parecían tan interesantes e importantes que hablaron con sus compañeros de viaje, convencidos de que seguramente los conocerían. “Pero ni siquiera un católico de la Baviera con el cual comían había oído hablar antes”, han revelado. Así atraparon al vuelo la invitación de ocuparse ellos mismos de la difusión de los valores comunes. Pocos días después, de hecho, a partir de la iniciativa de la periodista apareció un artículo sobre el encuentro de Zwochau y sobre los “huéspedes romanos” en un periódico de la región.

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