En estos años estuviste en todos los continentes, te encontráste con distintas culturas y situaciones sociales. Conociste de cerca varias comunidades de los Focolares. A la luz de estas ricas experiencias vividas, ¿nos podrías decir cuál te parece que sea la vocación principal del Movimiento en el mundo?

«Es la vocación a la unidad, la vocación a contribuir en todas las latitudes, en todos los contextos y con las modalidades más diversas, a la realización del ut omnes unum sint (Que todos sean uno) pedido por Jesús al Padre. Es el objetivo al que estamos llamados, un imperativo estampado en cada uno de nosotros por la participación al carisma de la unidad (…)».

Antes de llegar a Eslovenia, visitaste Rusia, Chequia, Hungría, es decir tres sintomáticos y significativos países de la ex Unión Soviética. ¿Qué te llevó a emprender estos viajes?

«Es el mismo motivo que me llevó a ir a Asia, a África, a Norteamérica y a otros países de Europa: el compromiso de dar precedencia a las relaciones. Viajar significa cada vez ponerme en una actitud de escucha para acoger las problemáticas y riquezas de los pueblos que encuentro, las potencialidades en acto y las que se pueden desarrollar.

¿Cuáles son las que has encontrado en estos países que por décadas se construyeron sobre la ideología comunista?

Chiara Lubich siempre vio en esta área del mundo una especial vocación a la unidad, precisamente como respuesta a la experiencia de unidad forzada que caracterizaba a estos países. En el ’89, enseguida después de la caída del muro, Chiara entrevió en esos acontecimientos históricos un gran paso hacia la unidad. Pero en este proceso había que salvaguardar los valores positivos presentes hasta entonces en aquella sociedad: el anhelo de unidad, una visión global del mundo, la atención a las clases menos favorecidas, la exaltación de la sociedad del hombre. Grandes ideales, pero a menudo desmentidos evidentemente por los hechos. Le pareció entender que el carisma de la unidad que el Espíritu le había donado podía contribuir a radicar esas ideas precisamente allí donde habían tenido origen: en Dios.

(…) Verdaderamente la unidad puede caracterizar esta región del mundo. Porque, si es vivida en Dios, entre más grande es la diversidad, más extraordinaria puede ser la experiencia de unidad que se deriva. Tuve una primicia el verano pasado durante mi viaje a Croacia, en donde me encontré con un grupo de miembros del Movimiento provenientes de diversas áreas geográficas y culturales: tantos pueblos que componían un sólo pueblo, unido en el nombre de Dios y que vivía por la unidad (…)».

En estos años se asiste en Eslovenia a una creciente polarización de la sociedad que afecta las relaciones entre la Iglesia y el mundo laico, hasta desembocar a menudo en una cierta intolerancia. ¿Cómo se puede sanar esta herida y contribuir a restablecer los valores auténticos al mundo en el que vivimos?

«Pienso que sobre todo hace falta creer y contar con todo los que hay de auténtico y profundo en el alma de cada hombre. Todos, creyentes o no, llevan consigo valores. Se trata de poner en evidencia lo positivo que hay en cada uno y saber construir  puentes con todos. Bajo este aspecto, el carisma de la unidad que tratamos de vivir tiene en sí una fuerza y una luz que va más allá de nuestras personas. (…) Después creo que estos valores pueden ser ofrecidos mediante el testimonio, personal y comunitario: el valor de la vida, del hombre, de la familia… son valores que Dios pone en nosotros y que se deben reflejar a través de nuestra vida, estampando en ella una plenitud convincente. Finalmente diría que hace falta ofrecer también el propio punto de vista, pero libremente, con desapego, en el respeto hacia el otro. En una palabra, como don de amor».

Lee la entrevista integral (en italiano)

de Irena Santoro – Fuente: Novi Svet

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