En la sugestiva Abadía de Vallombrosa (Italia), del 17 al 30 de julio pasados, se concluyó la segunda parte del itinerario de estudios iniciado el año pasado y frecuentado por 24 formadores de seminarios de 13 naciones (Paquistán, India, Corea, China, Venezuela, Uruguay, Argentina, Brasil, Polonia, Austria, Suiza, Portugal, Italia). Un “taller abierto” que sorprendió a los participantes, día tras día, por la riqueza de estímulos y contenidos.

Teniendo como hilo conductor del curso el trinomio oración-vida-pensamiento, se realizó un trabajo de mucha colaboración entre los participantes y los relatores que intervinieron.

Ante los profundos cambios que afectan la vida de la persona en el mundo moderno –pensamos en la gran influencia de la revolución digital- se vuelve necesario una constante actualización también por parte de los formadores ya sea por lo que respecta a la temática, que por lo que se refiere al enfoque educativo de los candidatos al ministerio.

Ya en la Novo millennio ineunte (n. 43) Juan Pablo II invitaba a la Iglesia a convertirse en “casa y escuela de comunión”, también refiriéndose a los “lugares donde se forman los ministros del altar”. Y es para responder a esta expectativa, que los sacerdotes del Movimiento de los Focolares desde hace algunos años promueven este Curso teológico-pastoral para los Educadores de los seminarios, a los que la Congregación para la Educación Católica (organismo de la Santa Sede al servicio de los seminarios de todo el mundo), expresó su pleno apoyo y aprecio desde su primera edición.

Fue el mismo subsecretario de la Congregación, Mons. Vincenzo Zani, quien dio inicio a las sesiones de trabajo de este año con un discurso programático sobre “La dimensión comunitaria de la formación”.

El Curso se articula en cuadro semanas presenciales en un bienio. El primer año se presentan las bases del paradigma de comunión aplicado a la delicada tarea de la formación de los futuros sacerdotes. En el segundo, se pasa a la realidad concreta de los varios y complejos aspectos de la formación, subdividiéndola en siete grandes áreas que se refieren: al don de sí y la comunión, el diálogo y el testimonio, la oración, la vida como cuerpo místico, la animación de la comunidad, el estudio y, finalmente, la comunicación al servicio de la comunión. Es por el intercambio de estas áreas que se puede constituir un válido enfoque para una formación no fragmentada sino unitaria del seminarista, integral y armoniosa.

El estudio de cada una se desarrolló mediante una ponencia de apertura, algunos talleres para profundizar los temas relacionados e identificar las líneas formativas de aplicación concreta y una plenaria para compartir el trabajo elaborado por cada grupo.

Fue importante el aporte de expertos en el campo teológico, pedagógico y de otras ciencias humanas, junto a la contribución de cada uno de los participantes a partir de su propia competencia y experiencia como formador.

A partir de este año el curso está acreditado por el Instituto Universitario Sophia de Loppiano, por lo que los participantes, previa presentación de un trabajo final, obtienen créditos formativos.
El interés suscitado y la necesidad de “formación para los formadores” hacen que se prevea la prosecución en los siguientes años.

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