La sala prefabricada, preparada en un campo de la Ciudadela Marienkroon, está llena. Lo que se ve es destacable: 800 hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, daneses y holandeses, finlandeses e islandeses, suecos y noruegos, que llegaron aquí, incluso desde muy lejos, para celebrar, junto con María Voce y Giancarlo Faletti, el aniversario de la llegada del Movimiento en Holanda.

La pregunta surge espontánea: ¿por qué siempre funciona? ¿Qué hay debajo de esa alegría palpable que convierte en hermanos a personas de edades, razas y convicciones tan diferentes? Las canciones de las chicas en el escenario son en holandés, pero envuelven también a las personas que no hablan ese idioma, porque más que las palabras son importantes las sonrisas. Tal vez el secreto es que se parte de la vida, del amor concreto y sólo después de haberse hecho amigos se llega al intercambio cultural. O tal vez depende del hecho de que Chiara Lubich enseñó a no pararse delante de los problemas e incomprensiones, sino a ir adelante, volviendo a empezar siempre, mirándose cada mañana como personas nuevas.

Tres trompetas, un violín, dos flautas, una batería y un piano componen la orquesta. Se recorren las etapas principales de una aventura que continúa: la llegada de los focolarinos en Holanda en 1961, el Genfest con 4.000 jóvenes en 1976, la visita de Chiara Lubich en 1982, la apertura de los focolares en Copenhague, Estocolmo y Oslo en los años ochenta, las primeras visitas a Islandia en 1989 y la familia focolar de Polonia que llegó en el  2010, la inauguración del nuevo Centro Mariápolis en la ciudadela.

Cada país se presenta con creatividad y fantasía. Suecia, donde el ecumenismo se vive con normalidad, porque en todas las reuniones hay personas de diferentes iglesias; Noruega, con un emotivo momento de silencio recordando la tragedia del 22 de julio pasado; Finlandia, amplios espacios y un popurrí de canciones; Islandia multiétnica y, finalmente, Holanda, el país anfitrión, con su comunidad viva. Momentos de gran unidad, como la celebración ecuménica con el Padre nuestro recitado en siete idiomas simultáneamente.

El obispo Jan van Burgsteden,  responsable de la Conferencia Episcopal para el Ecumenismo, testimonia que «desde hace 50 años, el Movimiento en Holanda ayuda a las personas a vivir las palabras del Evangelio. Y de aquí ha surgido, incluso en una era de secularización, un nuevo compromiso en la Iglesia, que la ha ayudado a superar la polarización [opiniones antagónicas dentro de un mismo campo]. He visto también, cómo el Movimiento ha logrado crear un «ecumenismo del corazón.» Estoy convencido de que un día veremos a la Iglesia brillar como una estrella matutina, porque en todas sus realidades la Palabra se ha hecho vida.»

María Voce responde a varias preguntas. Una como ejemplo: ¿Qué es lo que recuerdas en especial del 2011?  «En Tierra Santa, cuando estaba en el Santo Sepulcro me sentía aplastada por el mal del mundo, que había aplastado también a Jesús. Más tarde, sin embargo, delante de la tumba vacía, la certeza súbita de que Jesús ha resucitado, de que podemos tenerlo vivo entre nosotros en el mundo y que tenemos la suerte de poder hacerlo. En otro viaje, en América: entre aquellos espacios inmensos y mucha gente por todas partes, pensé que los focolarinos eran pocos. ¿Qué pueden hacer ellos solos? Los que vinieron a la celebración habrán sido 2.000 personas, una gota en el mar. Sin embargo, dentro de mí la certeza: No nos pongamos la preocupación por los números, no son importantes, lo que cuenta es que Jesús entre nosotros crezca, el resto llegará.”

«Un día rico de momentos oficiales – concluye Giancarlo Faletti – pero sobre todo un día de familia, que da mucha esperanza. Me llevo en el corazón vuestra presencia multiétnica y multicultural, este florecimiento de vida. Cada flor necesita el amor, la tenacidad y la laboriosidad, que son vuestras características. La flor, en el fondo,  es el símbolo de Holanda».

Por Giulio Meazzini

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