Tarde soleada en el final del verano austral. En la Mariápolis hay un sereno clima de fiesta. Se están celebrando los 4 años de la llegada al Cielo de Chiara Lubich y precisamente este año se quiere hacer foco sobre la particular relación de la fundadora de los Focolares con los jóvenes. Qué mejor oportunidad que ésta para realizar el Acto Académico de inicio del “Curso básico de cultura de la unidad” para los jóvenes gen que han llegado de 17 países distintos para participar durante el 2012 de esta singular escuela. Son 80 de todos los países del continente americano y de Europa que interrumpieron sus estudios por un año para venir a esta ciudadela enclavada en la pampa argentina a formarse para ser constructores de fraternidad en los ambientes donde luego se establecerán. 

Toda la vida, todos los momentos del día, desde el trabajo en los distintos talleres hasta el deporte, el tiempo dedicado formalmente a las clases, la liturgia, como también la atención y el acompañamiento a los huéspedes que vienen a visitar la ciudadela, todo es considerado como formativo”, explica Adriana Otero, especialista en microbiología y medioambiente, responsable de la escuela de las gen. “En efecto –acota Omar Díaz, licenciado en educación, responsable a su vez de la escuela de los gen–, como ya había sugerido Chiara, la vida de esta escuela debe girar en torno a 4 comuniones cotidianas: con la Eucaristía, con la Palabra vivida en todo momento y situación, con el hermano y con Jesús en medio, una presencia que se torna palpable cuando existe la reciprocidad del amor”.

La mayoría de los jóvenes, que apenas finalizaron la educación media, tienen su primera experiencia laboral en la Mariápolis. Conviven en casas habitadas entre 7 y 10 jóvenes, con todas las características de la vida diaria: cocinar, mantener el orden y la armonía, estar atentos a las necesidades de los demás, con el condimento de la internacionalidad. Mientras se presentaban los distintos grupos era común escuchar: “Somos 7 de 6 nacionalidades distintas”.

Es hermoso ver cómo cada año llegan adolescentes y al momento de volver a sus ciudades de origen se van personas adultas, con el alma y la mente dilatada sobre toda la humanidad”, explica Silvana Verdún, psicopedagoga boliviana, profesora de la escuela.

¿Cuáles son las expectativas que cada uno tiene? Luz -17 años, de La Plata, Argentina- se propone crecer como persona y encuentra muy rica la posibilidad de convivir con chicas de diferentes lugares. Andrés –19 años, Venezuela- espera sacar mucho provecho para aprender y crecer integralmente. Thomas –21 años, Eslovaquia- quiere crecer en su relación con Dios y con los hermanos.

Tienen un año por delante. Un camino que tendrá rectas, curvas, subidas, precipicios. Un recorrido planificado, pero que seguramente presentará también el encuentro con lo inesperado, lo desconocido. Una meta que se alcanzará si cada uno pone su empeño para traducir en vida, en hechos, todo lo que se va descubriendo día a día.

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