“¡Aquí estamos más cerca del cielo!, ésta es la expresión espontánea de L. M., una niña de 8 años que vive en el barrio La Merced (Bogotá) frecuenta el “Centro Social Unidad” a cargo de los Focolares de Colombia.

Su familia llegó a la humilde barriada de las montañas al sur de la capital huyendo de la violencia. La de ellos era la misma situación en la que se encontraban tantas personas llegadas a ese lugar, donde encontraron gente solidaria que acogió a estas familias en busca de un futuro seguro.

La situación, al principio era casi desesperada.   Para sobrevivir el trabajo era excavar la dura tierra del lugar para hacer ladrillos. Un procedimiento fatigoso, que exigía mucha fuerza física y buenos pulmones para soportar el gas que salía de los enormes hornos. Significaba también olvidar los propios sueños, porque el trabajo ocupaba todo el tiempo. También los niños, ya desde los 5 años, tenían que dejar parte de sus juegos o inventar uno durante la fabricación de los ladrillos. Era normal encontrar rostros ennegrecidos por el humo, pero igualmente contentos de ayudar a sus padres.

Ante esta situación, y motivados por el impulso de Chiara Lubich de “dar la vida por la propia gente”, se injertaron hace 30 años personas del Movimiento de los Focolares, empezando por Don Luis Dies y un grupo de pioneros. Los habitantes del lugar tenían mucha desconfianza al principio, debido a experiencias negativas anteriores. “Pero ¿cómo no abrirle las puertas –cuanta P.T., uno de ellos- a quien venía sólo para ayudarnos? Ellos vivían con nosotros el dolor de vernos en necesidad, no nos juzgaban, compartían con nosotros también los momentos de relax, realmente nos querían y, desde un principio, se propusieron mejorar con nosotros la calidad de vida. Nos trajeron el médico, un dentista… nos hicieron sentir ¡personas amadas por un Padre que es Amor!”

Hoy existe un centro social que, aun en medio de las dificultades, trabaja para que esta comunidad se convierta en un modelo de convivencia en donde la práctica de los valores humanos y cristianos sean la base del quehacer cotidiano.

Actualmente, el “Centro Unidad” ofrece los servicios de ayuda escolar a 35 niños y adolescentes entre los 6 y los 17 años (gracias al compromiso de los propios jóvenes de la comunidad que vienen a hacer su servicio social); hay un programa de instrucción para 24 madres responsables de niños entre los 0 y los 5 años y para mujeres embarazadas; un servicio de biblioteca, asistencia de salud garantizada por un médico y un dentista, entrenamiento en el uso de las computadoras, cursos de cocina… Ha sido original la idea de la “boutique”, que ofrece por poco precio vestidos, utensilios para la casa, material escolar, y todo lo que puede ser útil; además hay talleres de danza, teatro y pintura.

El Centro se sostiene gracias al proyecto “Apoyo a distancia” de Familias Nuevas, que hoy en día a 78 niños y adolescentes de familias del lugar.

Una bellísima historia que todavía se está escribiendo, entre alegrías y dolores.

Las puertas del centro quedan siempre abiertas para quienes pasan necesidad pero también para quien quiere dar algo suyo.

Aquí una parte de la humanidad lucha y se compromete a tratar de formar parte de una sociedad más justa, inspirada en los valores del Evangelio.

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