El pan fragante y la sal son los dones que Rusia ofrece a los que llegan a esta tierra infinita que se extiende desde Europa hasta Asia, del mar glacial Ártico al océano Pacífico. Las heridas de la historia soviética todavía están muy vivas: recuerdos del socialismo y de sus intentos de eliminar a Dios, y la memoria de la sangre derramada por cristianos ortodoxos para permanecer fieles a su fe.

Sin embargo, en esta cortina oscura, que parecía impenetrable a todo el mundo, las visitas turísticas de algunos focolarinos, el traslado de una familia húngara, los encuentros en el Occidente con algunos sacerdotes, hicieron que se difundiera silenciosamente la espiritualidad de Chiara Lubich. Hoy existen comunidades animadas por esta espiritualidad hasta más allá de los Urales, en Siberia, Celiabinsk, Novosibirsk, Omsk, Divnogorsk y Krasnojarsk.

Recorriendo las etapas de esta historia –a partir de los primeros contactos en los años ’70 que los  focolarinos presentes en la República Democrática de Alemania tuvieron con personas de la entonces Unión Soviética, se llega hasta cuando la entera comunidad del Movimiento en todo el País se reúne por primera vez con motivo de la visita de la Presidente Voce y del co-presidente Faletti en Moscú, en mayo del 2011: Son 200, llegan desde San Petersburgo a Krasnoyarsk, después de haber afrontado viajes de 42 horas, como para los que llegan de Celijabinsk que han atravesado en tren 3.500 Km de estepas y bosques.

«Llegando a Rusia me encontré sumergida en una unión profunda con Dios –dijo la Presidente de los Focolares– y me acordé de una expresión que tal vezs estudié en la literatura que decía: “La santa Rusia”. Me sentí transportada por esta vida de santidad que se respira en esta nación, en la historia de su cristianismo. Y entendí que el don que Rusia puede hacer para mí y para la humanidad es esta santidad, gracias también a los mártires de todas las iglesias». Por su parte, Giancarlo Faletti, refiriéndose al estilo de muchas iglesias ortodoxas cuyas cúpulas son doradas, subrayó que «Dios es el oro de la ciudad, de la iglesia ortodoxa y de la católica y es la garantía de este camino de comunión que en esta tierra tiene testigos importantes».

Las historias de los pioneros son conocidas por muchos de los 200 presentes. Se recuerdan los audaces detalles de las reuniones secretas, pero también las persecuciones contadas por Oleg, uno de los seguidores del sacerdote ortodoxo Alexander Men` asesinado en 1990. Men` había creado una pequeña comunidad de estudio del Evangelio, con gran apertura ecuménica y muchos de sus fieles se acercaron a la experiencia de los Focolares. Luego está el sorprendente descubrimiento de una espiritualidad evangélica que va más allá de las diferencias y la desconfianza entre las iglesias. El Padre Vladimir, otro sacerdote ortodoxo de San Petersburgo, recordó que sus «prejuicios sobre el catolicismo, fueron cancelados por el encanto de la vida espiritual del Focolar que no conocía fronteras confesionales y encarnaba el cristianismo, el amor recíproco en lo cotidiano».

Y entre los pioneros está también quien donó en este territorio sus fuerzas, entusiasmo, inteligencia, como Eduardo Guedes, el focolarino portugués, que murió en enero 2011, recordado por muchos de los presentes: sin ruido, en forma dócil, dio testimonio de un Dios que no abandona y no se olvida, y que siempre sabe acoger a los más desfavorecidos y a los potentes, haciendo crecer en esta “santa Rusia” el deseo de una santidad moderna y para todos.

Y también Regina Betz, focolarina alemana, que vivió en Moscú desde el 1990 al 2008, tejiendo relaciones sólidas con muchísimas personas.

Después de la caída del régimen soviético, se advierte en la sociedad rusa una búsqueda de identidad. En este camino la forma de actuar del Movimiento ha sido siempre apreciada, especialmente en relación con la Iglesia Ortodoxa Rusa. En las manifestaciones de los Focolares participan de vez en cuando representantes oficiales del Patriarcado de Moscú. Ha sido muy importante para las comunidades la presencia de Giancarlo Faletti, co-presidente del Movimiento de los Focolares, en la entronización del patriarca Kirill, en febrero de 2009. Algunos miembros de asociaciones ortodoxas siguen con gran interés el proyecto “Juntos por Europa”, habiendo participado al evento del 2004.

Actualmente la mayoría de los miembros de la comunidad de los Focolares de Moscú es ortodoxa. Hay muchas familias, en una sociedad en la cual la institución familiar pasa una dura prueba, y también hay numerosos jóvenes que se la juegan radicalmente por el Evangelio. Una de ellos, Nina Vyazovetskaya, con motivo de la celebración del trigésimo día después del fallecimiento de Chiara Lubich, el 18 de abril de 2008, en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, dijo: “Yo soy de Moscú, pertenezco a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Soy médico y crecí en una familia no creyente, como la mayor parte en Rusia. En 1990 me bauticé casi “por casualidad” porque con la caída del comunismo, era un período de grandes cambios y todos buscaban algo nuevo. Pero después de ese día nunca más volví a la Iglesia. El encuentro con el Movimiento de los Focolares significó un cambio radical: encontré a Dios y mi vida cambió. Para conocerlo me dirigí a las focolarinas, que son católicas, quienes me llevaron a mi Iglesia ortodoxa. Así empecé a descubrir la belleza y la riqueza de la iglesia, del ser cristiana. Y ahora tomé la decisión de seguir a Dios en el camino de Chiara, en el focolar”.

Focolare Worldwide – Rusia

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