La Miniera nace en 2003 con el deseo desarrollarse según los principios de la Economía de Comunión (EdC), proyecto que lanzara Chiara Lubich en1991, en Brasil. Fue a ella a quien le pidieron que diera nombre al proyecto: ‘La miniera d’oro’ (la mina de oro), en referencia al valor de las personas a las que iba dirigido el trabajo: los ancianos. Y con este sentimiento trabajan, según cuentan Elena Bravo y José Alonso, directora y gerente respectivamente de la empresa. “Todos los días tratamos de que el centro de nuestro trabajo no sean los beneficios económicos sino las personas. Hacemos todo lo posible para que quien llega al centro se sienta acogido y valorado más allá de sus condiciones físicas y psíquicas”.

La importancia central del anciano se vive concretamente en muchas ocasiones. «Una vez –cuenta José Alonso– la trabajadora social nos hizo notar que dos de nuestros ancianos estarían mejor en una residencia. A pesar de que en aquellos momentos perder dos plazas representaba un problema económico, nos dijimos: ‘si queremos que la persona esté en el centro, tenemos que pensar en ellos antes que en nuestros intereses’; y les buscamos una residencia”.

“Hemos pasado por distintos momentos, desde enfermedades –continúa Elena Bravo– a problemas familiares o personales, pero este amor recíproco siempre nos ha hecho seguir adelante haciendo, cuando ha sido necesario, uno el trabajo del otro”. Y es que entre los 18 empleados con que cuenta La Miniera, se respira un clima de alegría y de cooperación.

Este clima que se transmite a los 50 ancianos a los que ofrece servicio y a todos aquellos que llegan al centro. “Últimamente –cuenta Elena– han venido varios grupos de jóvenes con sus profesores. Para nosotros son momentos importantes, no sólo porque el futuro de la EdC está en los jóvenes, sino también porque ellos son un regalo para los mayores”. Y José continúa: “Algunos de estos jóvenes nos comentaban que les había impresionado la alegría de los ancianos, el ambiente de familia y el entusiasmo de los trabajadores. Precisamente las cosas que son importantes para nosotros. Encontraron una experiencia de Evangelio vivido, que les daba esperanza en que las cosas pueden cambiar y que cada uno puede ser protagonista de ese cambio”.

La existencia y el desarrollo de La Miniera se deben en gran medida a la acción de “su Socio oculto”, que no permite que les falte Su ayuda. La divina providencia, de hecho, llega justo en el momento en que más falta hace: material de oficina, telas, maniquíes para aprender a vestirse, manteles,… hasta una grúa geriátrica.

“Necesitábamos la grúa pero no teníamos dinero sobrante. Decidimos comprarla de todos modos, pensando en el esfuerzo del personal y en los ancianos. Un viernes el proveedor nos entrega una grúa de prueba para que pudiéramos comprobar si era el modelo adecuado para nuestras necesidades. Ese mismo domingo nos llama la trabajadora social para decirnos que el director de un centro de discapacitados psíquicos, que sabe cómo trabajamos, nos regala una grúa eléctrica que no podía usar porque necesitaba que fuera hidráulica. Fuimos a recogerla y cuál no sería nuestra sorpresa al comprobar que era idéntica a la que nos habían dejado de prueba!”

Después de estos casi diez años en los que han tratado de mantenerse fieles a los postulados de la EdC, poniendo en el centro de su gestión a la persona, viviendo la “cultura de la legalidad”, también en los momentos difíciles, Elena y José afirman que “es posible este modo de hacer economía y que las empresas crecen y se mantienen en el mercado, pudiendo compartir beneficios con los más necesitados, incluso en estos momentos de crisis”.

Comments are disabled.