“Me llamo Jay, soy de origen jamaiquino y trabajo como contador. Ella es mi esposa Anna y es maestra de educación especial. Y ellos son nuestros seis hijos, que tienen entre 2 y 12 años”.

Con estas palabras la familia Rerrie se presentó ante el Papa Benedicto XVI, durante la “Fiesta de los testimonios” el sábado 2 de junio en directo por TV desde Milán, durante el 7° encuentro mundial de las familias.

La espiritualidad de la unidad ha ayudado a Jay y a Anna Rerrie a mantener la estabilidad de las relaciones entre ambos y la unidad de la familia en los momentos de dificultad.

De hecho cuando, a principios del 2006, el mercado de trabajo entra en fuerte crisis, Jay tiene que buscar otro empleo. Deciden mantener vivo entre ellos, a pesar de los obstáculos, el amor recíproco, afrontando este momento con valentía, aunque Anna, que esperaba el cuarto niño, se pregunta con cierta preocupación, como se habían mantenido cuando Jay quedara sin trabajo.

Deciden juntos que, a pesar del embarazo, ella puede volver a dar clases, y se mudan a otra ciudad donde habían aceptado su solicitud de trabajo.

También allí Jay encuentra un trabajo en una oficina donde pasa largas horas tratando de resolver los muchísimos trámites sin contestar, dado que durante cuatro meses nadie se había hecho cargo, despertando por ello gran aprecio por parte de su nuevo jefe.

Pero en casa no sucede lo mismo. “Los niños pequeños y la esposa en la escuela: ¡la receta para un desastre!” explica Jay. “El tiempo para estar juntos sin apuro escasea cada vez más”, a Anna le parece difícil aceptar esta situación, habiendo crecido en una casa donde la familia siempre se reunía para cenar, mientras que Jay regresa a menudo cuando todos duermen.

Mientras tanto, siempre debido a la crisis, también la empresa empieza a tener dificultades que se traducen esta vez, en el despido. La reacción comprensiva de Anna ante esta dolorosa noticia, es de consuelo para Jay. Como consecuencia experimentan una unidad más profunda entre ellos. “Los siguientes dos meses –recuerda Anna- fueron divertidos y tensos al mismo tiempo. ¡Pero fue fantástico tener a Jay en casa!”.

Con el pasar de los meses, sus ahorros se reducen, pero no por esto dejan de creer y esperar y finalmente, llega una llamada telefónica. Una oferta de un trabajo mejor, más cerca de la casa, con horarios bastante compatibles con la vida de familia.

Lo más importante es tratar de mantener la armonía y la relación de unidad entre nosotros con el amor recíproco. Aunque la vida no es fácil. Perennes carreras contra el tiempo, afanes y situaciones complicadas…-le dicen al Papa-. También aquí, en los Estados Unidos, una de las prioridades absolutas es mantener el trabajo y, para hacerlo, no se consideran los horarios y a menudo se ven afectadas las relaciones familiares”.

«Pienso que entiendo este dilema… –responde el Santo Padre Por lo tanto quisiera invitar a los empleadores a pensar en la familia,… para que se puedan conciliar las dos prioridades… Me parece que hay que tener cierta creatividad…, al menos una vez al día, llevar algún elemento de alegría a la familia, un detalle, alguna renuncia a la propia voluntad para estar juntos en familia… Y finalmente está el domingo, la fiesta… el día del Señor… pero también “el día del hombre”, porque somos libres. Y en esta libertad del uno con el otro, para sí mismos, somos libres para Dios. Pienso que así defendemos la libertad del hombre, defendiendo el domingo y las fiestas como días de Dios y por ende días del hombre. ¡Augurios para ustedes! Gracias».

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