“Pertenezco a la Orden de las Hnas. Domínicas  de Betania, una congregación de vida contemplativa fundada en 1866 por el padre Lataste, domínico francés. El fue enviado a predicar en las cárceles femeninas de Cadillac, tuvo la inspiración de abrir también a estas mujeres las puertas de la vida contemplativa, luego de haber concluido sus años de prisión, y fundó una comunidad en la cual las ex presas, junto con mujeres de un pasado íntegro, viven sin distinción, con  total discreción sobre su propio pasado, una vida de oración y de trabajo.

La espiritualidad de la unidad y la Palabra vivida y comunicada nos hicieron captar aún más el valor y la actualidad de nuestro carisma. Una vez por semana vamos a la cárcel de mujeres de nuestra ciudad, Turín. Como en Cadillac, tratamos de testimoniar la esperanza que viene de Dios. Encontramos muchas mujeres, les ofrecemos la posibilidad de pasar con nosotros las “salidas” a las que tienen derecho, respetando las obligaciones prescriptas por el juez, como por ejemplo presentarse cada día en la policía.

En la cárcel escuchamos sus angustias, sus ansias, sus dolores, las alegrías inesperadas. Para encarnar nuestro carisma al momento actual, comenzamos a frecuentar la población de la noche. Toxicodependientes, aventureros sin escrúpulos, extranjeros  e italianos, que viven en “Porta Nuova”. Les ofrecemos amistad desinteresada, posibilidades de encontrarnos, sin pretender de ellos ningún cambio. “¿Tienes hambre?” le pregunté hace tiempo a un joven de Marruecos. “Sí, hambre de que me escuchen, de relación, no de pan. También ésta es hambre”

En “Porta Nuova” nos conocen y nos esperan. Como en la cárcel, también aquí presenciamos los milagros que el Amor compartido realiza. Muchos hechos podríamos contar. Una noche siento que me llaman. La voz, alterada, viene de abajo de un montón de frazadas. El muchacho está en una evidente crisis de abstinencia. “Dime, hermana, ¿Jesucristo era alto, rubio y con los ojos azules?”. “No lo sé – respondo- nunca lo vi personalmente”. “El – continúa el joven –era seguido y amado por mucha gente”. Respondo: “También él tuvo algún problema con los suyos”. “Físicamente me le parezco, pero la gente me desprecia”. Trato de comprender de donde provenía tanta rabia. Las lágrimas caen  por su rostro agrietado” “¿Podrías hacerme un poco de compañía?”, susurra. Sentada en el carrito de la estación, escuché por largo rato su historia, un rio de calamidades. Pasan algunos años. Un día, caminando por la calle, siento que me llaman. Reconozco enseguida sus ojos azules, que ahora se ven límpidos, sanos. “Me acuerdo todavía de la frase sobre Jesucristo! ¿Ves? ¡Todavía existo!”

Mientras estoy en “Porta Nuova”, mi comunidad me acompaña haciendo la adoración del Santísimo, para que sea Jesús el que pasa a través de mis palabras y yo reconozca su rostro en aquellas mujeres y hombres que encuentro”

(Hermana Silvia, Italia)

Extraído de Una buona notizia. Gente che crede gente che muoveCittà Nuova Editrice, 2012

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