‘Ustedes han iluminado Egipto’, una frase que acostumbran dirigir como bienvenida al huésped que los visita. Pocas palabras dictadas por la sabiduría de una cultura milenaria que ven en el huésped la presencia de Dios y, por consiguiente, lo consideran un don. Son palabras que sintetizan los varios momentos de diálogo que Maria Voce y Giancarlo Faletti tuvieron con distintos grupos del Movimiento de los Focolares en Egipto. Muchos de ellos deseaban establecer un contacto personal, principalmente por los desafíos en  que el País se encuentra enfrentado hoy, pero también en lo que respecta a los problemas que se refieren  a la relación entre las Iglesias.

¿Qué significa en este contexto vivir el Evangelio hoy? ¿Cómo hacer para estar abiertos a todos en una sociedad donde existe discriminación? ¿Cómo comprender las elecciones de vida para el propio futuro cuando uno es joven, o las elecciones para la propia familia? ¿Es posible vivir un espíritu de comunión en una sociedad compleja y en rápida evolución, pero también con un futuro incierto? Son todas preguntas apremiantes, sobre todo en el Egipto del 2012, a dos años de la revolución de Plaza Tahrir, con una población joven y donde los cristianos miran el futuro con desconfianza: una comunidad que desciende  de la Iglesia apostólica, fundada por el evangelista Marcos, pero que es minoría, aunque está profundamente arraigada y forma parte de la sociedad y de la historia socio-cultural del País.

Las ocasiones para un diálogo con la presidente y el copresidente fueron varias: el encuentro de los 350 miembros y adherentes más próximos a los Focolares, el momento transcurrido con los focolarinos y las focolarinas que viven en la comunidad de El Cairo y de Sohag, la velada con un centenar de jóvenes que animan las diversas actividades juveniles en el espíritu de los Focolares.

María Voce y Giancarlo Faletti, en primer lugar, escucharon y maduraron respuestas nunca imaginadas y a menudo provocativas por el radicalismo que proponían, dirigiéndose siempre al Evangelio como clave de lectura ya sea del presente como del futuro. Pero sobre todo, expresaron gratitud a todos los que encontraron por su compromiso en vivir el mensaje del amor evangélico con el signo de la unidad por la cual rezó Jesús antes de morir.

“La vida de ustedes refleja gran precariedad”, reconoció el copresidente Faletti. “Está ocurriendo un cambio histórico que presenta imprevistos. Compartimos con ustedes esta inseguridad. Los vemos como nuestros hermanos predilectos. No están solos. En nuestros viajes  hemos encontrado Países en situaciones parecidas a la de ustedes, y también peores, donde las seguridades eran mínimas. Siento una gran gratitud por la vida de ustedes”. Recordando, luego, la experiencia de Chiara Lubich, en los primeros días del Movimiento cuando transcurría la segunda guerra mundial, concluyó: “…Chiara volvió a su ciudad sin seguridades ni certezas. Dios la llamaba allí… Mientras les resulte posible quedarse en la ciudad donde Dios los ha puesto, ustedes colaboran con el  camino de Dios en la humanidad”.

Los desafíos, por otro lado, se dan en la cotidianidad. A un joven padre de familia que preguntó: “¿Cómo enseñar a los hijos a enfrentar la sociedad de forma evangélica sin ser débiles?”, María Voce recordó que era justo ésta la sociedad en que Jesús vivió, llevando una ley nueva, la del amor al hermano y el perdón. No es una debilidad, sino una muestra de fortaleza.

En todos está vivo el recuerdo de los días de plaza Tahrir, y de la revolución que hizo soñar a millones de egipcios. “¿Cómo ser verdadera revolución para ser luz que ilumina?”, preguntó un joven. Aprovechando esta pregunta, María Voce lanzó un desafío: “La única respuesta es la vida de Jesús. La revolución en la vida de un joven que quiere vivir la espiritualidad de los Focolares es vivir a Jesús, que dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Jn. 8, 12)). Esta es la verdadera revolución: preguntarse qué cosa haría Jesús aquí, hoy. ‘Ustedes realizarán cosas más grandes que yo’ (Jn. 14, 12). El lo dijo y nosotros podemos hacerlo. Ser revolucionarios por excelencia”.

 De Roberto Catalano

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