Martin Piller, párroco, cuenta: «Varias veces hablé en el consejo parroquial de los pobres que golpean en la puerta de la parroquia para pedir plata. Pensar que Jesús se identifica con ellos, me ayudó a preocuparme por sus necesidades. Con mis ayudantes nos preguntamos qué pasos dar para cambiar su situación»

Mark Etter, integrante del consejo parroquial dice: «Leímos un escrito de Chiara Lubich: “Si quieres conquistar una ciudad al Amor de Dios, haz tus cálculos. Busca los amigos que tengan tus mismos sentimientos. Establece un pacto con ellos… Luego ocúpate de los más pobres. Si logras llevar consuelo, auxilio y has hecho feliz a alguno de los que viven al margen de la sociedad, entonces has puesto los fundamentos para la construcción de una nueva ciudad” »

Piller: «Con estas palabras, Jesús nos habló claramente: los pobres son nuestro tesoro. Así, cuando identificamos a algunas personas que tenían la misma preocupación, les transmitimos a ellos nuestro deseo de trabajar, aunque sea dos horas por semana, junto con los pobres»

Etter: «El comienzo no fue nada profesional. Nos faltaban los instrumentos de trabajo pero no las ideas. Uno de nosotros propuso arreglar con ellos las mesas del jardín de la parroquia y luego pagarles por el trabajo; otro pensó romper algunas botellas vacías y con los pedazos rotos raspar el barniz viejo de las mesas. Así hicimos y… luego alguien nos trajo el papel de lija».

Piller: «Ya pasaron cuatro años. Hoy, unas cuarenta personas de todas las edades y proveniencias trabajan con nosotros dos horas por semana. Son jóvenes, jubilados, padres de familia, drogados, personas sin casa…Todo creció. Una panadería nos ofrece pancitos y bizcochos para la merienda. En el campanario de la Iglesia organizamos un laboratorio de velas y en el centro parroquial un taller para armarlas junto con otros objetos. Una fundación y una empresa de Economía de Comunión nos ayudan financieramente. Con los asistentes sociales de la ciudad nació una relación constructiva; vienen con frecuencia a visitarnos y se interesan por nuestro trabajo».

Etter: « Hubo momentos en que veíamos que nuestra caja estaba vacía y sabíamos que al día siguiente muchas personas vendrían  a trabajar y que tendrían necesidad de una pequeña retribución. Me acuerdo muy bien de aquella tarde en que nos arrodillamos en la Iglesia para pedir la luz para poder continuar. Al día siguiente alguien dejó en la casa del párroco un sobre con una gran cantidad de dinero: nos pareció la respuesta de Dios a nuestra fe en su Palabra: “Pidan y obtendrán”».

Piller: « Marco, un joven que venía frecuentemente, se murió de improviso por una sobre dosis. Como los padres querían un funeral privado, lo hicimos en la capilla y después de un canto invitamos a los presentes a decir algo de él. Nos conmovimos por la manera cómo cada uno se dirigía espontáneamente a Dios».

«Tratamos continuamente de compenetrarnos con la situación de los más necesitados y siempre terminamos enriquecidos. Hace algunas semanas juntamos dinero para la hija de uno de los trabajadores, enferma en Africa. Fue grande nuestra sorpresa cuando vimos la disponibilidad de ellos de dar todo lo que habían ganado en ese día, para esta chica».

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