Se presentaron a su modo, con un vídeo de pocos minutos: en los contextos más variados –el parque que está frente a la Opera House de Sídney, una habitación en Wellington, una playa en alguna de las islas del Pacífico…-, las comunidades locales de los Focolares improvisaron una danza tradicional. Nada extraordinario, y sin embargo con un resultado muy simpático, expresión de la luminosidad natural de las culturas de Oceanía.

Fin de semana del 26 al 27 de enero. Culturas, tradiciones, iglesias y religiones diferentes. Oceanía es el continente más cosmopolita del mundo. La sala “The spot” de la Universidad de Melburne es un espectáculo por su original arquitectura con cubos luminosos, pero también y sobre todo por la variedad de los presentes: de hecho aquí todos son emigrantes, salvo los nativos de las islas del Pacífico.

Hoy es el Australia Day, la fiesta nacional. Aunque no para todos: las poblaciones originarias tienen una mayor preferencia por el Sorry Day, el “día de las disculpas”,  que se celebra en mayo y fue instituido para recordar y reparar las heridas provocadas por el colonialismo a las poblaciones locales, en especial de Australia, donde fue más grave el ultraje sufrido por los aborígenes. Pero se recuerdan también los caminos de reconciliación, como el de los neozelandeses, que llevó a la creación de organismos eficaces de armonía étnica y cultural.

No es por casualidad que en la primera misa del domingo se organiza una ceremonia aborigen, que recuerda la wairua tapu, es decir la madre tierra, a la que se debe reconocimiento y absoluto respeto. La celebración consiste en poner la mano sobre un montículo de tierra depositado en una cavidad de una corteza grande y acogedora. Lo hacen los más jóvenes presentes en la sala, lo hacen María Voce y Giancarlo Faletti. La presidente recibe de manos del celebrante aborigen una lámina de madera en donde está dibujada la tierra australiana y los nueve territorios en los que está dividida, según la geografía cosmogónica aborigen.

Existe una larga historia de las tierras de Oceanía y una intensa historia del Movimiento de los Focolares local. Un apasionante documental presenta las etapas, desde la llegada de Rita Muccio en 1967, y poco después de Maddalena Cariolato, hasta los primeros que acogieron el “espíritu de Chiara”, individuos y familias, jóvenes y menos jóvenes, en Melbourne y Perth. Y más tarde el “desembarque” en Nueva Zelanda, Wallis y Futuna, Nueva Caledonia y las Islas Fiji… Algunos están todavía vivos, otros ya “llegaron”, entre los cuales la australiana Margaret Linard y el neozelandés Terry Gunn. Testimonios de gente que, casi por unanimidad, dice haber encontrado en el carisma de Chiara Lubich, la posibilidad de vivir el Evangelio. Y que, con la sencillez y la radicalidad características de este “novísimo mundo”, han cambiado su vida gracias al amor por el hermano.

Es precisamente este amor evangélico hacia el hermano el centro de la conversación de María Voce: como los reyes magos han reconocido la grandeza del Hijo de Dios en un niño pequeño, así hay que reconocer a Jesús en todos los hermanos, también más allá de las apariencias.

La sesión de preguntas y respuestas entre la comunidad y María Voce y Giancarlo Faletti asume enseguida un carácter esencial, cuando un niño pregunta ¡cómo se puede creer en un Dios al que no vemos! Los jóvenes preguntan cómo resistir ante las muchas exigencias de la sociedad contemporánea. Los ancianos quieren saber cuál es su papel en la comunión entre las generaciones; hay quien pregunta cómo avanzar en el diálogo ecuménico e interreligioso. No se evita el tratar problemas más graves, como la cuestión de los abusos sexuales a menores en la Iglesia Católica, en estrés que crece en las ciudades y que impide el camino hacia la santidad, la tentación consumista que apaga la capacidad de dar testimonio del Evangelio, la ausencia de Dios en la vida de la gente que exige valentía a la hora de tomar la iniciativa de dar testimonio de Su amor.

Y es ésta la “consigna” de María Voce: «Australia es grande, es necesario llevarle el amor y la unidad. Nuestra gran familia no puede vivir de un álbum de lindos recuerdos, es necesario salir. Escribiremos así un nuevo álbum».  

Michele Zanzucchi, enviado

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