«Desde hace poco de tiempo formo parte del Centro Igino Giordani. Después de tantos años al servicio del Movimiento de los Focolares, tuve el regalo de trabajar todavía más directamente para Foco, mejor dicho de trabajar con él.

Yo fui el último que llegó, pero tuve la fortuna de haberlo frecuentado mucho desde los primeros tiempos cuando entré en el Movimiento de los Focolares. Lo conocí a finales del ’57 con ocasión de un viaje suyo a Milán, mi ciudad, para una conferencia, enseguida tuve la posibilidad de pasar algunas horas con él y darme cuenta de su extraordinaria personalidad, caracterizada por la afabilidad, la sencillez, la simpatía y al mismo tiempo rica de una inmensa cultura y transparencia espiritual.

Después, tenía un secreto, que pronto nos hizo descubrir: su adhesión al Ideal de Chiara Lubich y su unidad especial con ella. Este fue el primer impacto que tuve junto con Mariele, mi esposa: un momento decisivo para nuestro futuro compromiso y para la vocación a la que descubrimos que estábamos llamados siguiendo sus huellas.

Nos dieron el don inestimable de poder colaborar estrechamente con él, lo que quiso decir sobre todo respirar el clima que él generaba, entrar en su escuela de exquisita caridad, nutrirnos de su competencia y de sus intuiciones sobre la familia  y participar de su apertura a toda la realidad humana y social. “Fue por Giordani –son palabras de Chiara- que el Movimiento de los Focolares sintió un llamado especial a dedicarse a llevar a Cristo al mundo, es decir a permear las realidades de la tierra con el espíritu de Dios”. Ahora, trabajar para el Centro Igino Giordani, donde se custodia todo el patrimonio de sus obras y testimonios, es entrar en esta realidad como en un joyero precioso que lo custodia vivo para todos nosotros, y sentirlo todavía más cercano como maestro, amigo y compañero de viaje en este período especial de mi vida: ¡tiempo de balances y de preparación…!

El último don: poder tener acceso a sus reflexiones y a sus palabras que irradian una luz sapiencial sobre el último trayecto que nos espera y por el que cada uno de nosotros ya se ha encaminado: la vejez: “que parece una pérdida –afirma Foco- y es una ganancia; parece un ocaso y es un alba. El suyo es el silencio donde Dios habla; la calma en donde Dios hace penetrar la certeza, que elimina todo temor… En la soledad que se dilata por el inminente invierno, se pone de relieve Dios: avanza Dios; y con Él la relación se hace más íntima e inmediata. En la medida en que pierdo en la economía humana adquiero en la economía divina… Y cuando la muerte llega, entonces no entristece: abre un pasaje al Amor eterno: al encuentro con Dios, cara a cara; fin del sufrir e inicio de gozar”. Porque: “La vida no es más que un proceso de maduración, a través de la purificación que produce el dolor: cuando el fruto está maduro, Dios lo toma y trasplanta el árbol al Paraíso”.

A cargo del Centro Igino Giordani

Tomado del escrito inédito de Pino Quartana: “Mi relación con Foco” (3 marzo 2011)

1 Comment

  • Peço a Deus amar cada irmão que encontro nesta disposição de construir um relacionamento de extrema caridade, assim como havia entre Pino e Foco. Grazie Pino e Foco!!!!!

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